MEMORIAS DE UNA GLORIA RECUPERADA

Egan Bernal en el Giro de Italia 2021

 

Escribe / Andrés Esteban Acosta – Ilustra / Stella Maris 

A Hincapié

Durante días de resistencia de nuestro país

 I

Egan Bernal viste la ansiada prenda rosa ceñida a su delgado cuerpo. Sonríe mientras sus compañeros de equipo lo cargan en un gesto de agradecimiento. El líder se siente arropado en una alegría compartida. La soledad del escalador queda relegada por un instante de reunión victoriosa. A un costado Daniel Felipe Martínez carga a su hijo cómplice de una felicidad que todavía no entiende. La postal refleja la sonrisa tendida y dolida del campeón que regresa por el esfuerzo y la nostalgia de la gloria.

El ciclismo es una suma de esfuerzos y sufrimientos para intentar llegar a la meta con la convicción de haber dejado todo en el camino. Vivencialmente, el camino es método, a la vez que trabajo, contingencia y sorpresa. Por eso el momento definitivo del ciclismo, el de la celebración, se confunde con el peso del recuerdo. Allí está el detalle: alzar los brazos y abrazar al amigo como muestra de que el dolor de las jornadas es irónicamente dignificante.

 

II

Fue la primera vez de Bernal en la grande italiana. En la memoria nacional estaba el amarillo de Les Champs-Élysées en 2019, cuando por esas maniobras de ajuste de cuentas de la vida y la carretera, Colombia coronó su primer Tour de Francia. Fugado en soledad en la etapa 19 de ese Tour entre Saint-Jean-de-Maurienne y Tignes, padeció el recorte del recorrido en el descenso del Col de l’Iseran, mientras se preparaba para afrontar el último premio de montaña y celebrar una de las etapas en fuga más destacables de la última época, como los grandes, atacando desde la lejanía.

También por la memoria nacional se reiteraba la etapa 16 del Tour de Francia de 2020, un encadenado de cinco premios de montaña que sirvió de escenario trágico para la caída del héroe, debido a las afugias que maltrataban su espalda y reproducían un calvario en cada pedalada. Con el tiempo, se conocieron las noticias de la escoliosis que marginó a Bernal de las competencias y sembraron la duda sobre su rendimiento en los próximos años. Caer es una invitación para aprender el valor y el empeño.

 

III

El recorrido del Giro 2021 inició en Turín. Bernal descendió por la plataforma con el número uno en su espalda, la señal del campeón, derecho que el año anterior ganó para el equipo Tao Geoghegan Hart. Los nueve kilómetros del prólogo fueron el comienzo de una gloria advertida por Filippo Ganna, gregario destacado, quien marcó el mejor tiempo en honor a su camiseta de campeón del mundo de contrarreloj. Bernal se comportó decente en la única modalidad que le representa debilidad. De allí hasta el final debería plantear una actitud agresiva de hombre de montañas pasadas por el frío y la lluvia.

 

IV

Como si representara un verso del poema Encuentro de Cesare Pavese, “Estas duras colinas que hicieron mi cuerpo / ¡y lo sacuden con tantos recuerdos!”, Bernal llegó al final de la etapa nueve empujado por el oficio disciplinado de su equipo y sacudido en ánimos de elevarse hacia las alturas. El sterrato significó el reencuentro con un terreno familiar, semejante al de las carreteras veredales colombianas, caminos destapados que raspan las llantas generando una sensación de deslizamiento.

A poco menos de 500 metros de terminar la etapa de 158 km entre Castel di Sangro y Campo Felice (Rocca di Cambio), Bernal sentado, dato no menor, siguió el ataque del ruso Aleksandr Vlasov y pasó de largo seguido del italiano Giulio Ciccone. En un instante decisivo, acomodó su zapatilla en el pedal y se empinó, inclinado, como olfateando el olor de la gloria que debía retornar de donde nunca debió marcharse. Una corta mirada hacia atrás, sin miedo, con la seguridad de irse para siempre de sus perseguidores en medio del aliento del público. De allí hasta el final, la tierra se levantó tras su paso rápido que dejaba plantada la fuga, como si fuera una piedra en el camino, quieta y olvidada. Bernal ganó exuberante, paradójicamente, sin darse por entendido, descuidado en la tradición de levantar los brazos y buscar con rapidez una sonrisa para la fotografía. Ganó imbuido en su desconcierto, sin saberse héroe coronando la montaña destapada.

Fotografía / Marca

V

Las montañas míticas hacen del ciclismo un elogio de la dureza. El Zoncolan es un poema alpino de 1750 msnm. Por una de sus vertientes tiene 13,1 kilómetros a un 8,9% de pendiente media con una máxima del 27%. En términos vivenciales, se trata de un calvario. Allí Bernal fortaleció su liderato, emprendiendo una lucha contra sus propios límites con la decisión de atacar en las rampas de mayor dificultad.

La victoria de la etapa 14 quedó para la fuga, pero la imagen del zipaquireño dejando a sus contrincantes diezmados, sin reacción para seguir su ritmo, dictaminó el retorno de Bernal al sitio de los elegidos que sentencian su pacto con la historia en lugares míticos.

 

VI

Bernal recuerda el mito de Fausto Coppi. Ambos se extienden con sus brazos casi paralelos al cuadro de su bicicleta, parece que se salieran de su propio cuerpo, impacientes por llegar a la cima. Bernal se desparrama y mira de reojo, lo necesario, busca un punto en lo alto. Parece que es una posición incómoda, pero es su estilo: la templanza de la mirada que no renuncia a su objetivo. Como Coppi, tal vez, mira el mito, sin saberlo, lo busca con sus piernas.

En el Passo Giau, la cima más alta de este Giro, Bernal intensificó el paso fuerte de la etapa 16 y coronó en soledad los diez kilómetros de subida. Un ciclismo a la vieja usanza, como los tiempos de los duelos memorables entre Coppi y Bartali. La transmisión televisiva presentó fallas a lo largo de la etapa, por lo que solo fue posible observar el remate, cuando la maglia rosa buscaba sacar una mayor diferencia en la general. Por unos minutos se recordaron las proezas narrativas de los locutores que pintaban el color de la montaña, la espesura de la bruma y las maniobras esforzadas de los ciclistas, como de rodillas ante el poder de la cima.

 

VII

Un día regresaron los fantasmas. Cuando todo parecía sentenciado, incluso, desbordadamente definido, apareció la incertidumbre. En la etapa 17 la cuesta, tantas veces aliada, ofreció una resistencia desconcertante. El alto de Sega di Ala con 11,2 km a 9,8% y máximas que llegan al 17% sacó el lado más humano de Bernal; su impotencia cuando trató de seguir la rueda del inglés Simon Yates, su afán cuando sintió la falta de una respuesta en las piernas y su tensión por quizá revivir viejas páginas de desfallecimiento.

A la montaña se le debe siempre respeto, nunca hay que considerarla vencida o superada. Se pasa por ella con el permiso de las cosas inmensas que requieren de un grado de hazaña. Por eso, ante la desesperación, es preciso buscar la calma y refugiarse para no hundirse en pánico. Es ahí cuando aparece el gregario, el amigo que viste los mismos colores y empuja como si estuviera jugándose la gloria personal. Se juega algo más importante: la amistad. En este caso la amistad deportiva. Martínez salvó el día malo de Bernal.

Dos días después, en la etapa 19, otro final en alto, en Alpe di Mera. Simon Yates probó de nuevo la resistencia de Bernal, quien esta vez supo condicionar su ímpetu y regular el paso hasta minimizar las perdidas. Fue la misma estrategia de la etapa 20, en esa ocasión bajo la amenaza de Damiano Caruso. Bernal supo esperar su momento y seguir el paso del italiano. Martínez se vació en su trabajo para el líder. Todo quedó servido para la entrada triunfal en Milán.

 

VIII

Los 30 kilómetros de contrarreloj en Milán sentenciaron el primer Giro para Bernal. Alzó los brazos y festejó el regreso. El pasado suele arraigarnos a imágenes que nos vuelven sombras de lo que fuimos. No fue así para Bernal. Ningún retorno es repetición del pasado. Se vuelve diferente, con consciencia de que los días se trabajan con la resistencia, algo que necesariamente debe pasar por la memoria y, tal vez, recordando al poeta italiano Giacomo Leopardi, toparse con el amor: “Vuélveme a la mente el día en que la lid / Sentí del amor por primera vez, y dije: / ¡Ah, si esto es amor como hace sufrir!”.

Egan Bernal y Daniel Felipe Martínez. Fotografía / AS

Coda. Elogio del gregario

Daniel Felipe Martínez levanta a su hijo y lo mira con complicidad. El rostro del amor es irrepetible. El gregario pertenece al grupo que rodea el triunfo de Egan Bernal. Se sabe satisfecho, ambicioso y fuerte. Su gesto en la etapa 17, el día de la flaqueza del líder, es el gesto por excelencia del ciclismo, el aliento del compañero. El puño potente, vehemente y agitador indicando el ánimo necesario, como un director de orquesta, en este caso, un gregario que puso paso y empujó con sus palabras. Luego, el desparrame de energías trepando, en ocasiones mermando paso para llevar a su hombre hasta la cima. Sus piernas estaban preparadas para ser vencedor del Giro, pero su trabajo era el de ser acompañante incondicional, especialmente en los instantes de debilidad. Una metáfora de la amistad.