El doctor King y el camino a la libertad

“No soy negro, soy hombre”

Martin Luther King


Por / Diego Firmiano

Un día como hoy fue asesinado el pastor y sociólogo Martin Luther King. Un magnicidio perpetrado, no por la manía erostrática de James Earl Ray de pasar a la historia y cobrar fama como el asesino de un Premio Nobel y un activista importante, sino por la injusticia imperante del mundo. Un asunto del que hay mucho que decir, ya que si en el siglo pasado los poderes oscuros, mayormente ligados a lo económico y político, eran fuertes, hoy son más vigorosos que nunca. El poder no conoce de causas y la maldad tiene una genealogía extensa cuyas armas son la mentira y la muerte, y muchos mártires de la verdad han sido inmolados en el altar de la justicia.

Al asesinar al doctor King, no mataban el orgullo negro, sino a un embajador de la reconciliación, un pacifista que no tenía más arma que la verdad y el amor. Él mismo, en vida, comprendía que su compromiso no era con la fama, ni con el poder, sino con la libertad. Su ascenso representó un gran paso para la historia el Movimiento de los Derechos Civiles y también constituyó una amenaza para el stablishment del momento que veía con recelo sus actividades en un tiempo vertiginoso y convulso.

Se sabe que el FBI, con Edgar Hoover a la cabeza, tenía como objetivo evitar el ascenso de un líder negro en Estados Unidos, y por ello recopilaba documentos (hoy desclasificados) sobre la supuesta vida sexual del pastor y sociólogo, cosas, según ideas sueltas, muy escandalosas. Pero todo era una trama urdida para desprestigiar la causa social del doctor King. Aunque no es de ignorar que la sexualidad escandalosa de los nigger, como llamaban despectivamente los blancos a los negros, era considerada una amenaza criminal ajusticiada con cárcel a inicios (y hasta más de la mitad) del siglo XX.

Martin Luther King se mantuvo al margen. Era una persona cimentada no en los comentarios de la gente, sino que su mirada estaba puesta en algo más grande que él o su sexualidad. Profesionalmente, visitó varias universidades de Centroamérica y el Caribe: Puerto Rico, México, etc. Y siempre pregonaba el método de acción aprendido de Mahatma Gandhi: “La no-violencia”. Aunque Gandhi, igual que Tolstói la había asimilado directamente de los evangelios. Una noble poder invisible, pero de carácter transformador, que incluso John Ruskin, no el matemático, sino el escritor y poeta, también preconizaba.

En el famoso libro: “El camino a la libertad” (1961), el doctor King expondría, como un manifiesto, su forma de pensar, creer, y actuar. De ahí partía el propósito de vivir en pro de los otros y para los demás, buscando la unidad y la fraternidad, tal como lo confirma uno de sus pensamientos: “Si ayudo a una sola persona a tener esperanza, no habré vivido en vano”. Así entonces en lo social y religioso, nunca retrajo sus manos para servir y amar, antes bien, las puso por el pueblo para ser traspasadas, tal como vaticinó el antiguo profeta Zacarías: “¿Qué heridas son estás en tus manos? Y él respondió: Con ellas fui herido en casa de mis amigos”. Zacarías XIII: 6.

Es obvio que detrás del doctor King había otros hombres suscritos con sus ideas y su fuerza a la causa de los Derechos Civiles, y que con sus vidas sacrificadas en el proscenio de la injusticia social, también entregaron el mensaje de libertad e igualdad. Hechos sociales relevantes que corroboraban que una causa o una misión siempre ha sido la suma de otros hombres con sus pequeños o grandes aportes para conseguir un fin. El sur de Estados Unidos, tierra de strainger fruits, fue la escuela que fabricó muchos activistas para ello. El infierno del Klu Klux Klan y el asesinato del presidente John F. Kennedy, entre otros hechos sociales relevantes, fueron mensajes que aterrorizaban y amedrentaban todo intento de cambio social en la América blanca y política.

Por eso esta causa no-violenta y emancipadora del doctor King venía en lomos de abogados, periodistas, músicos y artistas negros que preveían un nuevo amanecer después de una larga y oscura noche de muerte, esclavitud e injusticia social. El eufemismo de Jim Crow, luego convertido en ley, era el primer objetivo a deshacer. Su desafortunada frase: “Separados, pero iguales” hizo más daño que todos los grupos violentos que defendían, en el aire, una extraña “libertad” americana. Aunque es de anotar que la segregación racial tuvo un oscuro episodio, ya que empezaría entre los mismos negros, quien azuzados por los blancos, se clasificaron como negros americanos y negros criollos. El siglo pasado fue una era de prejuicios por doquier, de nacionalismo, y de violencias políticas.

La antítesis de la causa del doctor King sería Malcolm X, un negro convertido al Islam, que mientras pagaba una pequeña condena en la cárcel por estafa y seducción a mujeres blancas, aceptó convertirse a esta fe, tocado por una frase retórica: “Si usted da un paso hacia Alá, Alá dará dos pasos hacia usted”. Convencido de que la libertad de los negros en Norteamérica debía darse por la fuerza (idea que venía de las enseñanzas de Marcus Garvey y otros africanistas) se armó hasta los dientes, predicando cada vez más sobre un levantamiento en armas contra la nación opresora, es decir, Estados Unidos, como símbolo profético de la Babilonia bíblica.

Su sueño de El-Hajj Malik El-Shabazz, nacido como Malcolm Little y conocido como Malcolm X, era conformar una nación negra que respondiera en armas e hiciera justicia contra la extensa historia criminal de los blancos. (La esclavitud, la destrucción cultural africana, la negación de los Derechos Civiles, el nuevo exilio a Liberia, etc.) De igual manera las críticas hacia el doctor King era inmisericordes y directas: “Un mal llamado, nuestro hermano, el reverendo King dice que si nos golpean en una mejilla, debemos poner la otra. Al diablo, les pondré una bala en la cabeza a quien ose golpearme”. Malcolm X fue un activista y guía moral que nunca entendió la facultad espiritual de vencer al opresor no con armas, sino con el poder del amor. Su pasado estaba ligado a su presente carácter violento, y el Islam le proveería las herramientas para dar vía libre a sus impulsos primitivos. Murió asesinado mientras tronaba desde un pulpito en Manhattan, incitando a la acción directa.

El doctor King, deja un gran legado. No solo por su gran discurso “I Have a Dream”, que pertenece a las piezas de oratoria mundial más importantes, sino porque su vida fue un eslabón para que otros fueran liberados, primero en su conciencia, luego en la vida civil. De ahí la frase: “no soy negro, soy hombre”, y creyendo en el poder de la educación afirmaría constantemente: “La función de la educación es enseñar a pensar intensamente y pensar críticamente. Inteligencia más carácter: esa es la meta de la verdadera educación.”

Su última conversación, antes de estar en la mira telescópica y en el dedo del verdugo que le disparó a distancia en Memphis, Tennessee, fue sobre los cánticos spirituals que debía preparar el ministro de alabanza para presentar el domingo en la congregación. Días antes del magnicidio había predicho su muerte cuando contextualizando la imagen de Moisés en lo alto del monte Nebo, dijo ante una gran multitud:

¡Y él me ha autorizado a subir a la montaña! Y he mirado en torno a mí y he visto la tierra prometida. Puede que yo no vaya allí con vosotros. Pero quiero que sepáis esta noche que nosotros llegaremos como pueblo a la tierra prometida. Y estoy muy feliz esta noche. No tengo ningún temor. No tengo miedo de ningún hombre. ¡Mis ojos han visto la gloria de la venida del señor!”.


Louis Armstrong – When The Saints Go Marching In