¿VÍCTIMAS SUPEDITADAS A LAS ALTERACIONES NEURALES DE SUS PERPETRADORES?

La influencia que la pornografía ha tenido frente a particulares imágenes que cosifican y sexualizan al extremo a las mujeres o, peor aún, que erotizan la humillación y degradación de las mujeres han ido saliendo del telón para contrarrestar la forma como las mujeres se autoafirman.

 

Escribe / Regina Angarita* – Ilustra / Stella Maris

 

 

Pasando por situaciones sutiles de dominación y control a través de tácticas como el grooming[1] e incluso el gaslighting[2], hasta llegar a los aberrantes casos de esclavitud sexual que se han presentado a lo largo de la historia en el mundo, muchas mujeres han buscado la forma de salir de ese túnel que pareciera no tener salida para algunas de ellas. Casos de esclavitud sexual que, estando antes tan silenciados, piden a gritos una liberación completa de las cadenas de los perpetradores. Cadenas llenas de hostilidad y humillación que sexualizan y cosifican a las mujeres de una forma tan burda, que pareciera olvidarse que no se trata de sumisas de fábrica, o de mujeres de confort como algunos hombres parecieran hacerlas ver. Teniendo en cuenta esto, y tratando de profundizar un poco más en esta situación es posible preguntarse ¿Qué es lo que realmente ocurre en el cerebro del perpetrador que encuentra satisfacción cuando somete a una mujer a sus aberraciones sexuales? ¿Cuáles son las causas por las que lo hace? De este modo, el presente texto parte de la base de que los trastornos neurales, puntos de ebullición o secuestros emocionales de los perpetradores de ninguna manera tienen porqué justificar las aberraciones que pueden llegar a cometer, y que han cometido, con las esclavas sexuales.

 

Puntos de ebullición, trastornos neurales y secuestros emocionales de los perpetradores. Ahora bien, teniendo en cuenta lo mencionado anteriormente, hay que hacer alusión a lo que se ha mencionado respecto de los puntos de ebullición, los trastornos o alteraciones neurales y los secuestros emocionales de los perpetradores de manera concreta. Esto partiendo de las siguientes preguntas:  ¿Tienen las esclavas sexuales que soportar tantas aberraciones sexuales por el hecho de que sus perpetradores tienen una condición neural particular que distorsiona su capacidad de ver las cosas con claridad? ¿Por qué? ¿Deben las esclavas sexuales adaptarse a la condición neural de sus perpetradores a costa de su dignidad? ¿Por qué? ¿No se termina generando acaso un círculo de revictimización que parte de hacerle creer a la víctima que la condición neural de su perpetrador fue lo que lo llevó a actuar de determinada manera? ¿Círculos de gaslighting que justifican la conducta de los perpetradores? ¿Perpetradores con alteraciones neurales que producen en sus esclavas sexuales precisamente eso, alteraciones neurales, manifestadas en traumas que deben soportar? Ahora ¿Qué se entiende por cada uno de estos conceptos?

 

Punto de ebullición. Desde la criminología se ha abordado el concepto de punto de ebullición como ese punto al que llega un perpetrador cuando se ha dado cuenta de que una violencia menor no les satisface de ninguna manera. Razón por la cual recurre a tácticas o estrategias más extremas, e incluso sádicas, para satisfacer su instinto. Se trata de un concepto que, si bien ha sido abordado muy poco, tiene una trascendencia enorme y profunda al momento de tratar de entender el comportamiento de un perpetrador. Puede darse en personas que han sufrido algún tipo de disfuncionalidad familiar en la infancia como en personas que vienen de familias muy funcionales.  En esta línea, puede sostenerse que muchos de los casos en los que se involucra a esclavas sexuales tienen como trasfondo un punto de ebullición al que llega el perpetrador cuando conductas sexuales menores no satisfacen sus instintos, por lo que recurre a formas de aberración sexual que evidentemente pisotean la dignidad de las víctimas. Un ejemplo de ello en perfilaciones criminales parte de analizar la evolución en el modus operandi del perpetrador en los que se pasa a abusar sexualmente a las esclavas de una forma sádica hasta matarlas, y en otros casos de ni siquiera haber abusado a alguna mujer a pasar a violarla sádicamente y matarla.

 

Así, cabe preguntarse si es posible establecer una relación de causalidad directa entre el punto de ebullición de un perpetrador y sus conductas misóginas, toda vez que la escalada en las violencias que se han perpetrado contra las mujeres, y como se aborda en el presente texto considerado desde la misoginia y la esclavitud sexual, siempre apuntan a situaciones que, en teoría, las mujeres provocan o que simplemente deriven de un profundo odio. Como si la mujer tuviera alguna responsabilidad frente a los puntos de ebullición que se generan en los perpetradores. Para dejar este punto un poco más claro: ¿Es el punto de ebullición la causa de la conducta misógina del perpetrador? o al revés ¿Es la conducta misógina del perpetrador la causa del punto de ebullición del perpetrador?

 

Trastornos o alteraciones neurales. Ahora bien, los trastornos o alteraciones neurales, en general, se derivan de un contexto inestable, de equilibrio emocional precario, o en su defecto, nulo; y en otros casos, de disfuncionalidades en el núcleo familiar del perpetrador desde la infancia. Valga la pena agregar que, en muchas situaciones, estos trastornos neurales derivan en desviaciones comportamentales del perpetrador que se manifiestan de maneras tales que pueda satisfacer su instinto o sus vacíos emocionales. En el caso que ocupa el análisis del presente texto, satisfaciendo sus vacíos emocionales a través de aberraciones sexuales que cometen hacia sus esclavas u otras mujeres como clarísima manifestación de misoginia.  Es posible establecer una relación entre los casos de trastorno neural con los casos de ebullición pues, en el fondo, el perpetrador con un punto de ebullición particular tiene un trastorno o alteración neural. Empero, no necesariamente el hecho de tener un trastorno neural implica la existencia del punto de ebullición en el perpetrador, pero ello no implica que no pueda derivar en él.

 

Secuestro emocional (también conocido como secuestro de la amígdala). Después de haber analizado concretamente los puntos de ebullición y trastornos neurales, cabe pasar a analizar el secuestro emocional. Generalmente definido como la suma “de reacciones psicológicas y fisiológicas que llevan a la persona a una pérdida transitoria del control racional de una situación”.  Se diferencia del punto de ebullición y del trastorno neural en su transitoriedad. Valga la pena anotar que en los casos de secuestro emocional puede afirmarse que, a diferencia de lo que ocurre con los puntos de ebullición y con los trastornos neurales, no necesariamente deriva de una situación de misoginia propiamente, pero paradójicamente, lo que produce y genera el secuestro emocional en el perpetrador hace que termine cometiendo formas de violencia contra la mujer bastante reprochables. Es decir, mientras en el punto de ebullición el perpetrador es plenamente consciente de su conducta violenta, en el secuestro emocional se sale del control del perpetrador lo que está sintiendo y estalla.

 

En ese sentido, podría sostenerse que tanto el punto de ebullición como el secuestro emocional pueden considerarse como formas de trastorno neural respecto de las respuestas fisiológicas que tiene el perpetrador en un momento dado: Lo que varía es (i) la intensidad, (ii) la conciencia que tiene el perpetrador al momento de cometer la conducta, (iii) la voluntad con que realiza la conducta, (iv) la intencionalidad, (v) la sensación de culpa y (vi) la permanencia de su conducta en el tiempo. Y lo que tienen en común tanto los puntos de ebullición, como los trastornos neurales como los secuestros emocionales de los perpetradores: Terminan generando evidentes traumas y secuelas en sus víctimas y perpetuando círculos viciosos de violencia contra la mujer que de ninguna manera se justifican.

 

Influencia de la pornografía y el sadomasoquismo. Teniendo en cuenta las consideraciones precedentes, cabe agregar un elemento que engloba los puntos analizados y es la influencia de la pornografía y el sadomasoquismo.  De esta manera, el debate que ha surgido respecto a la pornografía se ha centrado en los hombres y lo que ésta hace influenciando sus actitudes sexuales hacia las mujeres. De alguna forma, la pornografía llega a trivializar tanto la severidad de la violencia que los perpetradores ejercen contra sus víctimas, que éstas terminan naturalizando conductas aberrantemente desproporcionadas por el imaginario visual que se va creando con la pornografía y el sadomasoquismo. Es decir, como si naturalizando las imágenes de la pornografía, los perpetradores pudieran justificar sus conductas en el contexto que se ha venido analizando a lo largo del texto.

 

Así, la influencia que la pornografía ha tenido frente a particulares imágenes que cosifican y sexualizan al extremo a las mujeres o, peor aún, que erotizan la humillación y degradación de las mujeres han ido saliendo del telón para contrarrestar la forma como las mujeres se autoafirman. Lo paradójico es que, en algunas situaciones, se busca justificar la institucionalización de las imágenes de la pornografía bajo conceptos de “arte” o bajo argumentos de “liberación sexual” como si de esta forma se estuviera suavizando lo que en realidad hay debajo de esta industria y termina estimulando en muchas mujeres la necesidad de sentirse excesivamente sexualizadas y  objetivizadas (ejemplo de esto plataformas como Onlyfans que algunos describen como una plataforma de prostitución sutil en línea , la  subasta de mujeres musulmanas a través de una app y, en general, el comportamiento que puede observarse en redes de algunos usuarios) generando, a su vez, situaciones en las que los hombres deciden abusar de ellas .

 

En otras palabras, una cosa es el argumento de la liberación sexual como arte y otra cosa es el argumento de la aberración sexual como arte y liberación sexual desde el lente más evidente del eufemismo. Es decir, ¿en qué está la noción de arte? Cabe agregar que no se trata de homogenizar la forma como se entiende o se concibe el arte o determinada noción que ha sido colectivamente entendida de cierta manera a partir de un determinismo lingüístico particular. No obstante, hay situaciones en las que, independientemente del lente con el que se observen, comparten características que permiten calificarlas de determinada manera sin lugar a subjetividades que distorsionen su verdadera esencia. Es decir, no todo objeto de discusión tiene porqué ser foco de distorsión por subjetividades particulares.

 

Como se observa, intuye y analiza, es evidente la forma en la que la pornografía y el sadomasoquismo ejercen una influencia particular en las conductas de las personas en general. Sin embargo, en el caso de los perpetradores y las esclavas sexuales, reviviendo particulares imágenes aberrantes que naturalizan y perpetúan círculos de violencia que, en la mente de los perpetradores, están avalados por el sistema de opresión bajo el que se ordenan y que termina estimulando aún más sus puntos de ebullición y sus trastornos neurales. Por consiguiente, se refuerzan imaginarios en los que la sumisión de las víctimas al control de los perpetradores es lo que las hace verdaderamente deseables, y en los que pareciera vindicarse su conducta por el sistema de opresión que han creado en su mapa cognitivo. Como si el mapa cognitivo de los perpetradores avalara sus aberraciones, y como si la reivindicación de las víctimas no tuviera otra salida que la resignación.

 

 

¿Acaso no hay algún punto de congelación para los perpetradores?

 

*Abogada. Universidad de los Andes

Especialista en DD. HH y D.I.H

[1] El Grooming es la acción deliberada de un adulto, varón o mujer, de acosar sexualmente a una niña, niño o adolescente a través de un medio digital que permita la interacción entre dos o más personas, como por ejemplo redes sociales, correo electrónico, mensajes de texto, sitios de chat o juegos en línea. Fuente: Argentina.gob.ar

[2] Es una forma de manipulación y abuso psicológico que hace que la gente cuestione su propia memoria, percepción y cordura. El término proviene de una obra teatral de 1938, “Gas Light“, en la que un marido intenta convencer a su esposa y a otros de que está loca: cuando atenúa las luces de gas, insiste en que ella se lo está imaginando.