La cruda realidad que viven millones de seres humanos en el mundo es producto de unas relaciones sociales de producción basadas en la explotación, el robo y la más brutal –aunque moderna- esclavitud.
Por: Gloria Inés Escobar Toro
Hace algunos días salieron a la luz pública dos noticias que si la mayoría no estuviera bajo los efectos narcóticos del circo que incesantemente se renueva para mantenernos entretenidos y alejados de la realidad, aun de la propia, bastarían para generar un revolcón social de inmensas proporciones.
Por un lado, Oxfam Intermón, informa algo que si bien se vive, se respira y se percibe por doquiera, no se cree o no se estima en su dimensión real: la concentración de la riqueza es de tal magnitud que “85 ricos suman tanto dinero como 3.570 millones de pobres del mundo” (ver aquí)”, así que aquello de que cada vez los ricos son menos pero más ricos y los pobres aumentan y son más pobres, no es una invención febril de la izquierda, es una realidad palmaria. De igual modo negar hoy día que la riqueza de unos pocos se debe a la explotación de muchos, tampoco es una cantilena propia de dinosaurios. La cruda realidad que viven millones de seres humanos en el mundo es producto de unas relaciones sociales de producción basadas en la explotación, el robo y la más brutal –aunque moderna– esclavitud.
De otro lado, la frase de una joven madre de Madagascar, Madeleine Miandrivazo: “El futuro se vuelve brillante cuando se tiene un inodoro” (ver aquí) que para muchos puede sonar insulsa, estúpida y hasta anacrónica, es un reflejo precisamente de la situación de absoluta miseria y olvido en la que vive buena parte de la humanidad, a pesar de que como nunca antes hoy la democracia brilla en casi todos los rincones del planeta. Que en la época en que dispositivos electrónicos han hecho de este extenso planeta una aldea global en la que las distancias físicas y temporales se salvan en instantes, seres humanos carezcan de un sencillo dispositivo mecánico para evacuar de manera aséptica, sus excrementos y orina, es inconcebible, pero sobre todo, inaceptable.
Este inaudito informe evidencia además otro elemento que caracteriza la sociedad humana que padecemos: la enorme discriminación a la que están sometidos ciertos sectores. En efecto, en la base de la pirámide social, aquella que ocupan los más pobres, la mayor discriminación la soportan los niños y las mujeres, quienes son, de acuerdo al reporte citado, los más afectados por la falta del inodoro, pues al tener que hacer sus necesidades en campo abierto, se hallan en constante exposición a la agresión sexual de los hombres.
En fin, la radiografía presentada por ambas noticias es una descarnada y muy pequeña muestra de los frutos que arrojan el capitalismo y la democracia, sistema económico y político que con tanta insistencia defienden y que con igual fuerza pretenden instaurar en donde aún no han llegado, quienes tienen el mundo en sus manos. Pero por más que se pregone, por mucho que se pondere, por mucho que se mienta, no estamos en la ruta correcta, aunque nos digan lo contrario, corremos hacia el despeñadero. Definitivamente, otro mundo no sólo es posible sino necesario y urgente.