LA DURA DECISIÓN

Es importante entender que el riesgo es el mismo si hablamos de posibilidades de contagio, que la reactivación de los sectores no se da porque haya desaparecido el virus.

 

Por / Diana Marcela Brochero Sepúlveda

“La única persona que no puede ser ayudada

es esa persona que culpa a los demás”

Carl Rogers

Colombia pone fin a la cuarentena y hará foco en el autocuidado y en la responsabilidad individual, con esta determinación emitida desde el gobierno nacional el pueblo colombiano se dispone a una nueva fase de la “nueva normalidad” denominada aislamiento selectivo, en el cual solo las personas positivas para covid-19 y sus allegados tendrán restricciones estrictas para su movilidad.

Con lo anterior se aprecia a lo largo y ancho del país una sensación extraña que se mueve entre el alivio y el temor, entre la zozobra y la indiferencia; puesto que, como ya es conocido, las necesidades económicas y sociales de la gran mayoría de los ciudadanos colombianos llegó a un punto insostenible, pero tampoco escapa a los ojos de muchos las cifras diarias de contagios reportados en los diferentes rincones del país.

Desde el inicio de la cuarentena obligatoria decretada por el gobierno nacional se logró observar en el país una amplia gama de consecuencias que puso en evidencia –aun para los más incrédulos– la brecha de desigualdad tan marcada en el país, la tasa de deuda tan grande que debe asumir un pequeño empresario y el agonizante desgaste de los jóvenes emprendedores.

Pasó el tiempo, se prolongó el confinamiento y con éste llegaron varias estrategias, unas benéficas como el bono de ingreso solidario para algunos ciudadanos que no reportaban ingresos mensuales según DNP; sin embargo, otras desastrosas que terminaron en denuncias como la falta de implementos de bioseguridad en algunos hospitales del país, falsas promesas de préstamos y alivios financieros para las pymes y la “implementación” de educación virtual que dejó ver cómo los integrantes del gabinete nacional desconocen las necesidades y las problemáticas de las diferentes regiones del país y, más aún, las precariedades y el abandono de las zonas rurales del mismo.

A lo anterior se suma el inolvidable día sin IVA que evidenció la falta de conciencia de la sociedad civil sobre la importancia del autocuidado frente al virus que circunda en el ambiente y la preocupación del gobierno por sostener a las grandes cadenas comerciales que tributan al Estado, dejando de lado un asunto de salud pública tan delicado.

Todo lo antes expuesto no es una novedad en el panorama nacional, pero considero pertinente reiterarlo justo ahora, a las puertas de una reapertura total de los sectores económicos y sociales del país, puesto que ahora el cuidado y la preservación de la vida de cada ciudadano colombiano dependerá no de una orden sino de una decisión consciente de cada uno.

Es importante entender que el riesgo es el mismo si hablamos de posibilidades de contagio, que la reactivación de los sectores no se da porque haya desaparecido el virus sino porque el país económica y socialmente colapsó; la población vulnerable, esa misma que sobrevive con el ingreso diario, requería de manera urgente volver a sus labores; el pequeño empresario no podía seguir endeudándose más; los gremios de transporte, tenderos, comerciantes, entre otros, no tenían como más estirar sus ahorros, y los estudiantes, sobre todo los de los colegios públicos del país, requieren de una u otra manera un tipo de presencialidad que permita garantizar un verdadero aprendizaje significativo.

Ahora bien, se viene una responsabilidad grande para el gobierno. Monitorear el cumplimiento de las medidas de bioseguridad y a partir de esto enfrentar la dura decisión: preservar la vida con aislamiento digno o reactivar la economía pese al riesgo para mitigar los daños colaterales en los más vulnerables del país.

Facebook / Diana Marcela Brochero