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Los vallenatos lírico, romántico y el llorón

En medio de las distintas evoluciones tenidas por la música vallenata, la mayoría bajo la influencia de las casas discográficas, se han venido dejando a un lado la imaginación y la inspiración, a la transmisión de hechos vivenciales que den un fondo, un contenido perdurable a las canciones…

Por: Luis Carlos Ramírez Lascarro*

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En los últimos años se ha sostenido, más que acrecentado o acentuado, la polémica en torno al carácter y calidad de las canciones de la música vallenata, centrando esa idea de desmejora en la calidad compositiva en torno al concepto poco claro de “poesía” en las letras de las canciones, término que no siempre encarna lo poético como tal, sino un cierto tipo de formas de lenguajes preestablecidas y aceptadas como tal y que, no necesariamente, al ser signado como poesía conduce a lo poético. Asunto literario más que musical.

Desde que se empezó a hacer vallenatología se han venido realizando diferentes clasificaciones o divisiones atendiendo a diferentes motivos o necesidades. Entre todas estas hay una que está enmarcada en la transición de lo rural o campesino al pueblo y de este a la ciudad, división en la cual se ha centrado la polémica en la supuesta desmejora que la segunda transición ha traído a las composiciones, cosa que no es cierta, puesto que los temas de Escalona, a quien se tiene como el máximo referente en la composición vallenata, por ejemplo, pertenecen a esta transición, sin contar a muchas otras composiciones que se han dado a la par del desarrollo y la consolidación de la ciudad como espacio vital y creativo de numerosos autores y compositores.

En el artículo Vallenato puro, Consuelo Araújo de Molina plantea como predominantes en la escuela del Vallenato – vallenato los estilos narrativo y romántico, catalogando, además, a compositores surgidos en la ciudad incipiente como creadores de cantos que no llegan a ser “siquiera un remedo del vallenato auténtico” y llenos de un romanticismo decadente, descalificando de esta forma a autores que hoy hacen parte del Parnaso, por no decir del Olimpo vallenato, tales como Gustavo Gutiérrez y Freddy Molina y poniendo de manifiesto, quizá sin saberlo, por primera vez, que la línea que parece dividir, desde esas épocas, al vallenato romántico del vallenato llorón sea la misma: la actitud del hablante lírico en el texto y del intérprete del tema al representarlo. En su momento, aunque ahora parezca sacrilegio, las canciones de Gustavo Gutiérrez fueron tenidas como vallenato llorón.

Esa novedad estilística que llegaron a representar las canciones (mayoritariamente paseos) de temática amorosa, entendida en su dualidad: amor – desamor, a partir de la generación de Gustavo Gutiérrez, ha sido tan importante como para llegar a considerarse la inclusión de un probable quinto aire en el pretendido canon vallenatológico; proposición que se plantea desde un género literario buscando definir en estos términos un ritmo musical, lógica que no es la más adecuada para dicho objetivo.

JUANCHO POLO VALENCIA
Juancho Polo Valencia

Si se aceptara la posibilidad de un paseo lirico, debe haber, entonces, apegados a lo literario, como en efecto los hay: sones, merengues y puyas líricas. El bozal, donde el maestro Leandro Díaz expresa su temor ante la posible desaparición de este ritmo y Mi gran amigo, elegía de Camilo Namén dedicada a su padre, son merengues con características líricas en su letra. Alicia adorada, elegía monumental de Juancho Polo Valencia dedicada a su esposa, Riqueza no es plata, donde Pacho Rada muestra su amor de hijo agradecido y Fidelina, esa bella e inocente carta de amor musicalizada del gran Alejo Durán, son sones que poseen, también, características líricas en su letra. Cuentico chino, ese reclamo airado de Alvaro Pérez Vergara dando voz al sombrero vueltiao, joya artesanal sinuana que han pretendido suplantar las industrias chinas y Este pedazo de acordeón, donde Alejo Durán se hace uno con sus instrumento, declarando su amor y entrega irrestricta al ejercicio de su arte, son puyas con características líricas en su letra.  

 

De lo narrativo

Usualmente se suele tildar a las canciones vallenatas de los juglares de narrativas por el hecho de contarnos historias, a manera de crónica; sin embargo no es prudente generalizar una etiqueta puesto que en la misma canción pueden darse, incluso, las cuatro divisiones temáticas que Daniel Samper señala que el vallenato suele tener: Narrativo, Introspectivo, Descriptivo y de Contrapunteo o Piquería. A cada pieza se debe mirar en particular para así poder definir cuales características la definen y establecer si alguna temática en particular predomina en ella.

Si bien es cierto que en la primera etapa de la música de acordeón, que se puede extender hasta la década de los 50 del siglo pasado, predominaba la oralidad en la difusión de estas músicas y con ella el relato como mecanismo de transmisión de conocimientos y experiencias, dando prevalencia a los elementos narrativos (sucesión de hechos, cumplidos por un número variable de personajes, en un tiempo y un espacio determinados, organizados con verosimilitud, desde una perspectiva de narrador omnisciente, observador, protagonista o testigo), no se puede desconocer que en compositores de esa época también se presentaron temas que se ajusten a las otras categorías propuestas por Samper Pizano, ni tampoco se puede dar por sentado que a partir de la prevalencia descriptiva e introspectiva dada desde los 60, no se presentan en la música vallenata o la música de acordeón en general canciones narrativas o relativas a la piqueria.

La mayoría de las canciones de la música de acordeón se desarrollan en una línea difusa entre lo Narrativo, lo Descriptivo y lo Introspectivo; sin embargo no se puede dejar de señalar que desde finales de los 70 las canciones han venido enfatizando, de manera general, el tema de la dualidad amor – desamor.

 

De lo lírico y lo romántico

Las etiquetas de vallenato romántico y vallenato lírico no son las más adecuadas. La primera, desde la perspectiva en que las veía La Cacica, quien definía como románticos los temas referentes a un pasado en el cual, asegura, se fijaron las fronteras del vallenato auténtico, en lo rítmico y lo temático y en referencia a lo cual son revisadas las composiciones e interpretaciones subsiguientes y se cataloga como romanticismo decadente a los temas referentes al amor de pareja, abordado con un tratamiento del lenguaje más elaborado que lo usual hasta entonces. Características que terminan siendo las mismas del llamado paseo lírico (fallido como quinto aire hasta ahora) o la llamada romanza vallenata, adoptada en el Festival Cuna de Acordeones de Villanueva, Guajira.

 

Lírico/ca

La lírica es un género literario en el cual el autor transmite sentimientos, emociones o sensaciones respecto a una persona o cosa de inspiración. Su expresión habitual es a través de versos, regularmente en primera persona, en los cuales el autor vuelca su mundo en una actitud netamente romántica (en el sentido decimonónico) al mostrarnos su forma de sentir y concebir la naturaleza, la vida y al hombre mismo, sus más íntimas vivencias y sus estados de ánimo. La lírica es la forma más antigua de poesía (que además puede ser épica o dramática) y en ella se han tratado todos los grandes temas que siempre han inquietado al ser humano, en primera persona, a diferencia de lo narrativo o lo didáctico que, con la tercera persona, adquieren una distancia que incluso llega a ser impersonal al transmitir un mensaje que es, también, radicalmente distinto en contenido y su intención y, a veces, en su origen y su destinatario.

De acuerdo al Diccionario de la Lengua Española, la lírica es la poesía destinada y apropiada para el canto. Las canciones, por definición, sin importar la prevalencia de secuencias narrativas, descriptivas o introspectivas que tengan y la intencionalidad dada a su mensaje, son todas pertenecientes al género lírico, por lo cual son líricas canciones tan distintas como: Bajo el palmar, Mi gran amigo, La espumita del río, La creciente, Mi pobre valle, La pesca, El corazón del valle y Parrandas inolvidables, así como lo son Los salmos de David, Las elegías de Castellanos, El canto a mí mismo de Whitman, el Nocturno III de Silva, Piedra de sol de Paz, Mama negra de X – 504 y El Dios que adora de Gómez Jattin.

 

Romántico/ca

El uso extendido dado al término romántico está más asociado al del llamado amor romántico o idealizado, un modelo de relación sentimental que se ha extendido por medio de cierto tipo de música, cine, literatura y otras expresiones que podríamos denominar, por extensión de la literatura, como rosa; aunque no debemos olvidar que este nombre de rosa dado a este tipo de literatura se ha utilizado para diferenciarla de la creada dentro del contexto del Romanticismo, que es un movimiento cultural y una época (la primera mitad del siglo XIX).

Las canciones que centran su temática en el amor romántico son, por extensión, denominadas románticas y, muchas de estas, al ser construidas con un lenguaje bastante elaborado, dando predilección por el esteticismo en el vocabulario, la sonoridad y las imágenes de las obras, son llamadas líricas.

Esta clasificación, sin embargo, no es usada de manera general sino particularmente para las canciones de este tipo creadas entre las décadas de los 60 y 90 del siglo pasado, convirtiéndose en medida y marco de relegamiento, de alguna forma, a los textos que están asociados de manera directa al lenguaje común de su tiempo, que podríamos llamar prosaico y que no es exclusivo de las canciones más recientes a pesar de que estás son genéricamente desechadas por su aparente falta de “poesía” y “calidad”.

 

Un poco de historia

Canciones románticas o de temática centrada en la dualidad amor – desamor, se pueden rastrear en la música de acordeón del caribe en general y en la música vallenata en particular, desde las década de los cuarenta del siglo pasado, a partir de las composiciones de Don Toba, Tobías Enrique Pumarejo. En Mírame fijamente encontramos imágenes que lo distancian de los demás compositores de su tiempo y lo presentan como el primer antecedente rastreable y reconocido de las composiciones románticas.

Mírame fijamente hasta cegarme,
mírame con amor o con enojo,
pero no dejes nunca de mirarme,
porque quiero morir bajo tus ojos.

Cuando me miras subo a los cielos,
porque tus ojos son dos estrellas,
que me iluminan cual dos luceros,
el caminito de primavera.

 

Los hermanos Durán, Nafer y Alejo, nos regalaron dos canciones muy particulares que podríamos enmarcar en esta temática. La de Nafer, quizá con menos reparos al adelantarse a su tiempo en forma poética (como la de Don Toba) y melodía.

En el recado musicalizado Fidelina, Alejo nos muestra, como en Sierva María, una forma sencilla y cotidiana de mostrar el amor y que, por ello, no es menos efectiva y expresiva, que una forma más elaborada en lo poético y armónico. Nafer, en la canción Sin ti, nos presenta una canción con palabras igualmente cotidianas imágenes más elaboradas que nos transmiten su pena y su dolor de manera clara y convincente. Sinceridad, credibilidad, es lo que, regularmente, suele faltar a las canciones a las que se les reclama calidad más que exquisitez de lenguaje. 

Escuchando algunas de las tantas canciones referidas a esta temática se puede advertir un cambio en la forma de expresión y, en algunas, en las referencias circunstanciales a las que pertenecen la composición y su compositor.

Martín Madera
Martín Madera

Como ejemplo de estos cambios referenciales podemos ver que en las canciones Honda herida de Rafael Escalona y Aquella carta de Emilianito Zuleta, por ejemplo, a pesar de hacerse referencia al mismo medio de comunicación, ya en desuso, las actitudes de los hablantes son completamente distintas a pesar de ser, ambas, de desamor. En la vía de usar medios de comunicación como imágenes lingüísticas para construir un universo encontramos más recientemente canciones como W Corazón.com de Martín Madera, que abrió una puerta a la inclusión de términos “modernos” en las letras de las temáticas recurrentes del vallenato, puntualmente en la temática romántica. Kaleth Morales con su Historia de chat sigue la misma línea, evidenciando la forma natural actual de interacción de la gran mayoría de las personas y, por consiguiente, la forma de germinación y ruptura de muchas relaciones amorosas en la actualidad. En la canción La gringa, la más reciente de estas revisadas, Isaac Calvo no solo continúa con la línea de los chats, sino que contrapone un par de piropos en lenguas nativas de la Sierra con las usuales fórmulas de salutación del inglés, idioma nativo de su nuevo amor. Incluye, además, traductores, motores de búsqueda y transferencia de archivos multimedia como medio de expresión de sus sentimientos. Cosa que hace unos veinte años era imposible de hacer debido a las circunstancias de ese tiempo innecesarias de explicar en lo absoluto.

En los trabajos de compositores que usualmente no son tenidos como románticos podemos encontrar (y no causalmente) canciones que, sin duda, deben ser incluidas en esta categoría y que son anteriores a la aparición de lo que podríamos denominar, haciendo eco a la costumbre, movimiento romántico del vallenato. Tal es el caso de Adolfo Pacheco, Calixto Ochoa, Julio Erazo, Alfredo Gutiérrez y Rubén Darío Salcedo, usualmente asociados a la música sabanera, así como  en tiempos recientes hay compositores que no son asociados, inmediatamente, a la pléyade que ha engrandecido esta variante o ramificación del vallenato y entre estos están: Tomás Darío Gutiérrez, Diomedes Díaz, Juancho Rois, Emilianito y Héctor Zuleta, Juan Segundo Lagos, Romualdo Brito, Fabián Corrales, Lenin Bueno, Marciano Martínez, Aurelio Núñez y Carlos Vives y, pasando a tiempos aún más recientes, podemos encontrar a algunos compositores que ya tienen el suficiente tiempo de exposición para ser revisados en perspectiva y que pueden ayudarnos a mostrar que, en estos últimos tiempos, contrario a lo que se ha hecho una “verdad” extendida, se han hecho canciones de calidad, aun cuando sus referencias  contextuales sean diferentes: Aunque Vives y Corrales, pueden ser incluidos en este aparte por su permanente vigencia, son Lucho Alonso, Leo Gómez y Kaleth Morales, a quienes podríamos llamar El trío de oro de la nueva ola, quienes con canciones como: Muñeca de porcelanaLa indiferenciaDespiertoMis cinco sentidos, La dueña de mi vida,  Culpable de tu amorReina de mis sueños, Vivo en el limbo, Todo de cabezaMe la juego toda y Lloran las palabras, entre otras, vinieron mostrar que con el ritmo y la frescura de los nuevos tiempos se podía y aún se puede hacer vallenato, así este, nuevamente, tenga un espíritu particular que aparece, después de un tiempo, deformado. Esto no debería extrañarnos: Lo que en un momento es novedad, ruptura y renovación, termina en fórmula, lugar común y anquilosado.

 

De lo llorón

Freddy Molina
Freddy Molina

Lo llorón no es lo que transmita tristeza. Lejos de lo llorón están, por ejemplo, Desenlace de Rafael Manjarrez y El indio desventurado de Freddy Molina o Drama provinciano de Daniel Celedón y El niño y la boda de Fidel Ortiz, son canciones tristes, muy tristes, pero no lloronas.

En medio de las distintas evoluciones tenidas por la música vallenata, la mayoría bajo la influencia de las casas discográficas, se han venido dejando a un lado la imaginación y la inspiración, a la transmisión de hechos vivenciales que den un fondo, un contenido perdurable a las canciones, dando paso a una cadena de producción de desechables que desvirtúan la esencia central de las composiciones, concentrándose en la exacerbación de lo supuestamente romántico que, sin embargo, no es más que lo melodramático, llenándonos de cancioncitas plagadas de lugares comunes y fórmulas efectivas para el comercio que se han fundamentado en la actitud humillada, suplicante y enfermiza de unos amantes dañinamente enlazados, que están cada vez más cercanas a la actitud masoquista de la llamada “música popular” del interior del país, que de la actitud altiva y poco melodramática que caracteriza a los caribes. Esta característica, más que la fusión con nuevos ritmos o ritmos distintos a los del canon del vallenato, es la que le ha terminado asestando el más duro golpe al vallenato mismo y en últimas a la cultura que esta música ayudó a consolidar y fortalecer y a la imagen e impulso económico que esta le ha dado a su región.

Así pues, lo que usualmente se conoce como vallenato romántico no es sino una parte del vallenato lírico y que se refiere al amor – desamor y el vallenato llorón su caricatura.

 

A modo de epílogo

Recordando que las canciones de Gustavo Gutiérrez (y los seguidores de ese estilo) fueron mal recibidas en principio, no es de extrañar que las canciones recientes que se definan como románticas no sean del todo bien recibidas si vuelven a presentar una ruptura. El primer reparo se da porque no tienen un lenguaje bastante elaborado, olvidando que (revisando bien)  no es el común, la regla general en el vallenato. El segundo y, quizá el que aún más dificultades ha presentado, es el reparo en cuanto a la propuesta rítmica que, en ocasiones, aparenta apartarse de la tradicional. La ruptura de estos compositores de La nueva ola que he nombrado en cuanto al lenguaje no fue precisamente una novedad, contrariamente esta se dio al volver a la expresión coloquial y permitir que esta fuera el canal eficaz para expresar los más hondos sentimientos aún en medio de un ritmo en ocasiones explosivo pero, mayoritariamente, planteando sólo una variante del paseo tradicional, no en su patrón rítmico, no en su esencia, sino en su presentación, en su vestimenta, en sus arreglos.

*Publicado en julio de 2016 en Panorama cultural