México está acorralado

Entrevista a Javier Valdez, periodista mexicano del diario Río Doce, corresponsal también del periódico La jornada. Además ganador del premio internacional a la libertad de prensa.

Por: Steven Morales Palacio

Para Javier Valdez, autor del libro Los morros del narco, el miedo y la desconfianza son ya parte de la idiosincrasia mexicana

Sinaloa

De mañana, encuentran a Refugio Vásquez decapitado y con tres de sus dedos metidos en la boca. Como despedida sus captores dejaron una nota y su cuerpo tendido junto a un sembrado de maíz en el municipio de Guasave. Al medio día hay una balacera entre agentes de la Policía Ministerial y un comando en la carretera que conduce de Guasave a Las Glorias. En la tarde, junto a un drenaje en Angostura levantan el cuerpo sin vida de Deysi Avedaño, y ya entrada la noche aparecen cinco personas decapitadas en Culiacán; junto a sus cuerpos encuentran otra nota.

Javier Valdez es cofundador y coordinador del semanario Río Doce. Fotografía de Gatopardo

Historias de este tipo se cuentan por montones en la prensa mexicana. El año pasado se llegó a la cifra de 40 mil muertos, contando desde diciembre de 2006, cuando el presidente Felipe Calderón declaró la guerra contra el narco. La sociedad mexicana con el transcurso del tiempo se ha ido transformando, “antes la gente se horrorizaba más con tanta violencia –cuenta Javier-. Había un rechazo tácito, consiente respecto al narco, estoy hablando de hace 20 años. Todo esto se nos vino encima (…) y los que tenemos una postura crítica acerca de lo que está pasando, contamos historias tristes (…) porque antes era pacífico, la gente se sentaba afuera de su casa, platicaba, escuchaba música, jugaba, dormía con las puertas abiertas, eso se perdió, esa convivencia, entonces ahora tenemos una sociedad arrinconada, incluso rendida”.

“Los medios tenemos una responsabilidad ahí al estar contando muertos y casquillos, en lugar de historias de las personas”, expresa Javier. Esto se ve reflejado en los titulares de diversos medios: ‘Violencia ligada al narcotráfico deja 14 muertos al oeste de México’, ‘Violencia narco dejó 28 fallecidos’; abundan los números y las cuentas, pero lo que no cuadra, es que “no veo a los familiares de los cerca de 60 mil muertos. Si de esos 60 mil, 30 mil son inocentes, ¿dónde están reclamando?”, concluye.

Hay un factor que es fundamental para entender la situación mexicana: la guerra contra las drogas está perdida. Desde hace varios días se ha venido discutiendo el tema de la despenalización, pues los países latinoamericanos han puesto los muertos. El término ‘guerra’ no existe para Javier, “si hubiera guerra contra el narco, yo creo que también habría un combate al lavado de dinero, que no se hace ni en México, ni en EEUU”. El año pasado Wachovia lavó 110 millones de dólares provenientes del negocio de las drogas y otros bancos como American Express Bank International, Bank of America, Citigroup, HSBC y Santander han tenido un historial parecido, pero la política no es sistemática, por el contrario se presentan como casos aislados.

Otro elemento que entra en la ecuación de la guerra, es la falta de una política social. No se combate la pobreza y además él cree que sistema educativo “se desmorona, está en una crisis este en la que todo huele muy mal, putrefacto”. Quizá eso tenga que ver con la falta de ciudadanía con la que tanto insiste, “cuando yo hablo de ciudadanía, hablo de personas que piensan (escritores, periodistas e intelectuales), que tienen una postura conciente, que tienen una responsabilidad y que (no) la asumen”. Los mexicanos deben ver que el llano está en llamas, como alguna vez lo contó Rulfo, pero en esta historia los muertos no se despiden, siguen ahí”.

“No necesitas que nadie te grite, tu sabes que estás rodeado, que no puedes meterte por aquí por allá. El narco es avasallante” y, además, explica con desazón que ha permeado diversas esferas de la vida mexicana: la iglesia, los medios de comunicación, los partidos políticos, y frente a esto, no hay una resistencia, no hay una responsabilidad, “es el reflejo de una sociedad que de alguna manera cierra los ojos cuando pasa el apocalipsis por las calles de sus ciudades”.

Periodismo en guerra

La única salida que tiene el periodista en Ciudad Juárez, Acapulco, Torreón, Chihuahua y Durango –que están entre las diez ciudades más peligrosas del mundo-, es el “periodismo posible”. Policías enmascarados en las calles, sicarios, coches abaleados, soldados con camuflados y rifles de asalto, torturas y muertes, son el día a día en las redacciones y todo esto se puede contar de dos formas: “tenemos por un lado la posibilidad de hacer esta cobertura frívola, epidérmica de los números y por el otro, esquivar las balas y contar una parte de lo que pasa, aunque no sea todo lo que está sucediendo en las calles, en lugar de guardar silencio. Creo que la práctica del silencio es complicidad y muerte”, y Javier no está muerto ni quiere estarlo.

Este periodista mexicano, de hecho, ha convertido la llamada “guerra de narco” no solo en su tema de nota diaria, también lo ha llevado a libros, como Malayerba (ver video) y El morro del narco.

Las recomendaciones: conocer la ciudad, quién o quiénes la mandan, sus cómplices en el gobierno, su forma de operar (la de los narcos), quiénes son los sicarios, para así no ser callados o asesinados. “Es increíble ¿no?, parece contradictorio, uno es periodista para publicar, no para no publicar, pero la otra es suicidio y este periodismo emergente posible, permite la sobrevivencia del periodismo, de este otro periodismo de calle, que quiere revelar lo que ocurre”. Basta recordar en este texto a los 105 periodistas que han sido asesinados en México desde el año 2000, hasta lo que va de corrido del 2012, sin olvidar a doce de ellos que aún siguen desaparecidos.

La situación es escalofriante y no parece que fuera a menguar la lluvia de balas. Hace varios días un periodista relataba en Gatopardo como un sicario despellejaba a una de sus víctimas, “¿Sabes cómo se despelleja rápido? Pones a hervir aceite, se lo echas al bato, lo bañas de sal y, a los diez minutos, con una tarjeta de teléfono le raspas la piel y solita se cai”. Cosas como estas no se comentan por lo horrorosas que son, pero ¿guardar silencio?, “no hay una postura, una análisis, un debate, ni crítica ni autocrítica sobre esta realidad (la de los periodistas y México), eso está pasando. Además (es) una preocupación de algunos periodistas y de algunos medios, muy pocos, no tanto en las asociaciones, las asociaciones y los gremios se han quedado a la saga”.

México tiene 52

millones de pobres y en el

2010 se identificaron 200 millones

de actos de corrupción en el uso

de los servicios públicos.

Los culpables: “fueron gobiernos corruptos que de alguna manera controlaron al narco porque hicieron negocios con él, pero ellos son corresponsables de esto que está pasando, de la miseria, de la corrupción, de la pobreza, de la falta de opciones, de la sumisión frente al gobierno estadounidense, entonces es como si esto se hubiera cocinado durante décadas y ahora exploto”. A esa lista de culpables, se puede sumar a la academia de comunicación, ya que no prepara a los comunicadores-periodistas para hacerle frente a la avanzada del narco, “los periodistas saben madre, los estudiantes de comunicación y de periodismo saben madre de cómo hacer periodismo ya en la calle, ya en la redacción, están divorciados uno del otro”.

Hace diez años la esposa de Javier le dijo que dejaran Culiacán, a los cinco, cuando comenzó a ponerse fea la situación en Sinaloa, le pidió que dejaran la ciudad; “ahora me dice vámonos del país”. Es una situación parecida al cuento La casa tomada, de Cortázar, en el que dos personas van siendo sacadas de su casa por una fuerza extraña, se van cerrando las puertas y al final la casa queda tomada. En esta realidad, son los narcos los que van cerrando las puertas y la sociedad mexicana se va acercando al abismo, pero hay resistencia y Javier sigue en Sinaloa: “yo no he querido dejar de escribir, ni dejar de contar estas historias”, que además deben de ser contadas con un gran sentido humano y “creo que la ética es una herramienta fundamental que debe de guiar tu trabajo periodístico, no permitir que te corrompan, no corromperte ni corromper y siempre confirmar las historias”.

Valdez ganó recientemente el premio Maria Moors Cabot y además es el fundador del Sistema Noticioso Sinaloense.

Para sobrellevar esta realidad amarga, Javier toma tequila y whisky en sus ratos libres, que acompaña con terapias en el psicólogo y un poco de rancheras y un poco de sus libros, pues es un periodista que trabaja en dos pistas, el día a día y la reportería de largo aliento en los libros; todo esto es una forma de manejar el miedo, dice él, y “a mí como ciudadano y no como periodista, me queda recuperar la calma, recuperar la banqueta, la convivencia, volver a establecer ese tejido social que nos permite salir al parque, caminar por la ciudad, avivar la vida nocturna, este ganarle terreno al oscuro actuar del crimen organizado”.

Algunas historias de Javier Valdez: ‘Seis Metros’, ‘Cuentas Pendientes’ y ‘Ahí vienen los Perros’.

Nota: agradecemos a Javier por esta entrevista y además le enviamos un mensaje de apoyo a los periodistas mexicanos. Condenamos que se persiga, asesine o desaparezca a periodistas en el ejercicio de su oficio.