Hugo Oquendo Torres nació en Chigorodó, Urabá, en 1982. Es teólogo, poeta y profesor. Ha trabajado con víctimas del conflicto en situación de desplazamiento y vulnerabilidad, en zonas como Tierralta, Córdoba y Ríosucio (Chocó), dentro de una corporación social que brinda apoyo y acompañamiento a las comunidades campesinas. Ha escrito cuatro poemarios, tres de ellos inéditos, una colección de cuentos y algunos ensayos de teología.

Los niños de la luna
Los niños de la luna son inocentes.
Ellos son pobres, andan descalzos y sin camisa.
Ellos están untados de barro blanco hasta las rodillas
y tienen una cadena de mugre en el cuello; sus manos están siempre
sucias de tierra, además su piel está morena por el tío sol.
Los niños de la luna son como los niños de otros planetas.
A los niños les gusta mascar chicle, también les gusta jugar
a la llanta dirigida por un palo.
Su ángel guardián es un perro gris, grande, tonto, valiente, feo y huesudo
al que llaman Capitán.
A los niños de la luna les gusta bañarse en los ríos y en los estanques,
les gusta salir a mojarse cuando llueve, les gusta pescar.
Ellos son sencillos como sus mascotas, los escarabajos y los grillos.
A los niños les gusta desplumar tórtolas con sus caucheras.
Jugar al científico con las lagartijas y las ranas.
Les fascina formar gazaperas.
Los niños de la luna son tan comunes.
Anoche le asaltaron el árbol de mango a doña Anita;
anoche la vaca Amapola
apareció con un tarro de lata en su pata y un trapo en la cola;
El gato blanco de Bertha
amaneció de color rosado junto a su puerta.
Esta mañana la capilla del padre Cruz Elías amaneció sin velas.
El perro de mi casa al cual llamamos Motitas, apareció rapado.
Anoche se desaparecieron los huevos del gallinero del tío Octavio,
y las gallinas no dejaron ni un centavo.
Los niños de la luna tienen una casa en un árbol, y desde esta mañana
no juegan, no van al río ni pescan, porque según parece están durmiendo.
¿Quién les interrumpirá el sueño a estos ángeles de barro
amasado con lágrimas?
Los niños de la luna no son de la luna, ellos son de mi pueblo.
Y el verbo se hizo látex

Hojas húmedas
(Pra minha Bonitinha de olhos aquarela)
Pensarte en la distancia es besar las hojas húmedas que ha dejado el rocío de la memoria.
Revisar cada hilo de nuestra historia muda.
Todos los recuerdos remendados en una colcha de retazos que todavía está tibia.
Ella aguarda el calor de tu sonriente cuerpo.
Mordemos el tiempo púrpura y yacemos en el calendario como si fuéramos una fecha establecida en el año o un número en la pizarra, mas nuestros espíritus libres se escapan al amanecer para subvertir el sexo de su estructura prefijada.
Ha pasado medio siglo y tus ojos siguen azules.
Danzan aún bajo la brisa fresca del mar tus pies desiertos.
Tu cuerpo mojado,
acuarela que se difumina en el lienzo de mi piel,
excitando con roja libertad a Eros.
Dejamos escurrir por nuestras manos la miel de lo secreto.
En la gran pecera del océano del cielo revolotean mariposas amarillas,
seduciendo a las estrellas que menstrúan en luna llena.
Implosiona el cosmos.
Nuestros vientres tímidos germinan la esperma.
Pasa el tiempo,
tu cuerpo erotizado vibra en la esfera de la vida.
Eres dueña de sí misma.
Todo tu ser es mujer.
Frío
A nuestros muertos
los dejamos allí,
fríos
y desnudos,
bajo la tierra,
solos
y tranquilos,
descansando en la paz eterna,
sin que nada les pase,
sin embargo
ya les pasó algo,
están muertos.