Escribe / Katherine Pose – Ilustra / Dall-E
“Y con qué buenos modales sabe mendigar la perra sensualidad un pedazo de espíritu cuando se le deniega un pedazo de carne!”
Friedrich Nietzsche
En las nuevas formas que adopta la alienación, las nuevas dinámicas vinculares son las que más se camuflan y penetran nuestros cuerpos y emociones pasando desapercibidas en sus profundas intenciones.
Como lo analizó Bauman1 y como ahora complejiza Byung Chul Han2, las nuevas modalidades amorosas presentan características bien propias de los momentos actuales del capitalismo. Desde hace unas décadas ya, se ha teorizado acerca de las nuevas dinámicas que presentan las relaciones amorosas y su superficialidad, fugacidad y reemplazo.
A nivel discursivo se puede percibir la aparición de nuevas expresiones que permean los discursos de la academia, la política y las redes sociales. Estas nuevas maneras de construir y representar las nuevas dinámicas de relacionamiento a través de los términos como “amor libre”, “relaciones abiertas” o “poliamor” se imponen a la hora de conceptualizar experiencias que no entrarían dentro de la clásica categoría “monogamia”. En este sentido, se percibe un desplazamiento de la palabra “relación” hacia el término “vínculo” que acompaña nuevas connotaciones.
Ya no hablamos, o lo hacemos en menor medida, de “tener una relación” sino que “estamos en un vínculo” a simple vista parecería un simple cambio de sinónimos, pero conlleva una serie de actuaciones y sentires que le son propios. Al desplazar la palabra “relación” por “vínculo” se cuestiona la lógica monogámica, la exclusividad, el compromiso y las dinámicas asociadas, para darle paso a la flexibilidad y fugacidad.
Los discursos que aluden a formas no monogámicas, se expresan desde una supuesta horizontalidad y libertad mediada por la comunicación; lo interesante es prestar atención a que palabras acompañan estas ideas: pautas, acuerdos, permisos, “jerarquía”. Palabras que parecen propias de un contrato.
Las maneras no monogámicas realizan una construcción discursiva para visibilizar una libertad, consenso y diálogo, pero al mismo momento envuelven dinámicas que limitan cada vez más la experiencia amorosa, el compromiso y la responsabilidad. Al no estar en una relación (monogámica o tradicional) hay ciertas acciones y sentires que parecerían no tener lugar.
El claro ejemplo son los “vínculos jerárquicos” en los cuales las personas salen con más de una, pero solo una de ella es la que tiene más relevancia, más potestades, más permisos. En este sentido esta jerarquización se parece muchísimo a la clásica monogamia, con la salvedad de que no está mediada por la exclusividad sexual.
Este viraje discursivo envuelve una forma de alienación emocional, emplea términos mercantiles, que categoriza al Otro por su “función” dentro del vínculo. Como ya analizó Eva Illouz3, el compromiso amoroso ahora se concibe a través del mercado emocional, donde las personas nos relacionamos desde el individualismo afectivo que es atravesado por una cultura consumista que eficazmente sexualiza las relaciones y los cuerpos.
En su origen la liberación sexual también apuntó a un anarquismo emocional, pero pareciera que actualmente el capitalismo ha cooptado tanto el discurso como las prácticas amorosas, sean monogámicas o no.
El amor atravesado por el algoritmo:
En la era de los datos, el algoritmo controla, entiende y regula demasiados aspectos de la vida social. Las relaciones amorosas, por tanto, no escapan de su poder. Las redes sociales y especialmente las aplicaciones de citas, marcan la pauta de las nuevas modalidades de vinculación.
Relaciones medidas por lo que el algoritmo muestra, likes, chats, reacciones, son las herramientas con las que en la mayoría de los casos nos comunicamos. Conocemos al otro por las primeras imágenes que vemos en internet de esa persona, por las imágenes estáticas que despoja a la persona de su ser y sentir. Y aún así, la clásica crítica que se escucha “es un catálogo” es la más superficial de la lógica de dichas aplicaciones. ¿A quiénes nos muestra el algoritmo? el acceso premium, parece propagandear la garantía de un vínculo, compramos la experiencia de ver y saber de antemano si a la otra persona le gusto y en relación a eso me la juego.
La experiencia demuestra que las aplicaciones generan una necesidad de respuesta inmediata por lo cual, nos vinculamos desde la instantaneidad y por ende desde la superficialidad. El tiempo cada vez es más tirano, ya no se puede esperar a construir conjuntamente con el otro, porque actualmente vincularse es una inversión, como mercancía el amor necesita de una ganancia inmediata o como mínimo de una garantía de esa ganancia. La actualización de Tinder representa claramente esto, los match y los chat expiran si no hay interacciones.
La forma mercantil de vincularnos hace que seamos desechables, aquel que no se adapta a mis intereses es cada vez más reemplazable. Así las aplicaciones de citas se han vuelto el reservorio de ese “ejército de reserva” para cuando el amor falla, allí estarán todos los potenciales reemplazantes.
A su vez, aparece la paradoja de la disponibilidad, hay una oferta incalculable (para los usuarios, más no para el algoritmo) de personas con las que potencialmente podemos vincularnos, y es eso mismo lo que nos lleva o nos imposibilita en alguna medida a vincularnos con cualquiera. ¿Por qué voy a gastar mi tiempo viendo si x me gusta, si le gusto, si conectamos, si hay miles de otras personas ahí esperando?
Este proceso, se desarrolla en la sociedad paliativa, conceptualización que emplea Han para describir como actualmente se busca despolitizar el dolor y por consiguiente llevar una vida de meros placeres. Esos placeres instantáneos, fugaces y repetitivos son los estímulos que el algoritmo nos puede propiciar. La despolitización del dolor a su vez, deviene en un estado de irreflexión, de conformidad y de apatía.
La despolitización del dolor deviene en una privatización de la felicidad. Esta, ya no es una meta en conjunto, sino un logro personal. Este proceso de anestesia permea también a las relaciones amorosas. Buscamos relaciones placenteras que no nos genere angustias, dolores, tristezas ni responsabilidades, por ende entablamos cada vez, vínculos más fugaces.
El amor líquido, las relaciones abiertas, el poliamor y la misma monogamia entran en la lógica de la sociedad paliativa, mercantil y neoliberal. Y lejos de caer en apologías al amor romántico, es necesario replantearnos los nuevos discursos y prácticas que tienen como foco la libertad, para desentramar sus intereses más profundos.
Priorizamos nuestra libertad y racionalizamos nuestras emociones, evitamos sentir para no poner en juego la felicidad propia, entonces, estamos ahí todos y todas esperando generar un match pero ¿estamos realmente disponibles?
1 Bauman, Zygmunt (2003) “Amor líquido. Acerca de la fragilidad de los vínculos humanos” Paidos.
2 Han, Byung Chul (2014) “La agonía del eros” Herder.
3 Illouz, Eva (2011) “Por qué el amor duele, una explicación sociológica”