Una Lucy Tejada ya conocida en el arte colombiano, llena de gracia y de fuerza, de seguridad en sus síntesis y de solidez en sus soluciones formales, es la que reencontramos en la exposición de grabados expuesta en la Sociedad Económica de Amigos del País. Estamos ante treinta y tres obras apoyadas sobre un tema y que no ocultan su predilección por la humilde figura femenina atareada en su trabajo de la ciudad o del campo y por las leves figuras infantiles abstraídas en su juego y sus sueños. Pero unas y otras figuras salen del círculo de la fatiga real o de los intereses reales; carecen, por otra parte, de todo énfasis; aparecen plantadas en el papel como troncos macizos, pero balancean la severidad de sus cuerpos y la solidez corta de sus piernas con el gesto característico de los brazos en alto, enlazando la cabeza de una compañera, las bateas de ropa para lavar en el río, o simplemente, el talle puro del aire. Sus apariciones vigorosas y masculinas, de bloques escultóricos, acaban siempre, pues, en el femenino arabesco del brazo levantado.
Pero más importante que sus hallazgos parciales, es su voluntad de transformar, para la pintura, un universo conocido y trivial. Lucy Tejada ha ido estilizando lentamente las formas, con evidente aprensión por las abstracciones infundadas y repentinas y con una adhesión tenaz hacia lo figurativo. Ni espacio, ni perspectiva, ni naturalezas muertas le han interesado mayormente; su centro de acción y de atracción es la figura humana y la muestra actual es una prueba clara de ese invariable interés temático, por un lado, y del celo y preocupación por dar a la naturaleza un valor y una consistencia específicamente pictóricos. Sus deformaciones han sido cautelosas y moderadas; la sobriedad y la disciplina ajustan las líneas de cada grabado reteniendo, no sólo un exceso formal, sino cualquier desbordamiento expresivo. La cordura, la moderación y la falta de sentimentalismo acumulan en estos grabados, sobre formas aparentemente simples, el peso de virtudes que raramente se encuentran tan visibles y francas en una obra plástica.
La línea de los grabados es segura pero no es, tampoco, excesivamente sensible, como si sintiera el pudor de desnudar su íntima vibración en público. Prefiere someterse al dictado de un ritmo general y a la consistencia pétrea de la forma entera, y por eso mismo no la quiebra, ni la desmenuza. Esta línea voluntariamente impersonal de los contornos de las figuras se completa con otras líneas internas, quebradas, que van estableciendo sombras y luces y registrando con mayor riqueza las variables alternativas del sentimiento. El cuidado con que Lucy Tejada va equilibrando el poder expresivo de sus elementos plásticos hace que muchas veces su obra pase por tibia y ecléctica. Pero no debemos confundirnos. Su obra no será nunca ni sorprendente ni brillante, porque no está en sus designios ni en sus ambiciones llegar a serlo. Sus deliberadas limitaciones, en cambio de llevarla a un oscuro tono menor, la fortalecen continuamente y alimentan el profundo significado de las formas creadas. Estas figuras que no declaman, ni pretenden conmover las fibras superficiales del sentimiento, ni disertan, ni elevan memoriales protestando por su pobreza, acaban teniendo una dignidad exclusivamente pictórica, valen por sí, por su duro significado de cariátides campesinas, por la fluidez de sus movimientos contradictorios, por la invención de un ritmo que las remite sobre sí mismas y convierte la línea límite en un ciclo envolvente y continuo.
Los niños y las mujeres de Lucy Tejada pesan sobre un papel sin paisaje; expresan únicamente una humanidad reclinada sobre sus pesados y constantes silencios. Pero este mundo no tiene hostilidad alguna ni la obstinación de cerrarse en un hermetismo pesimista; es un pueblo de formas digno y secretamente poético, que se entrega lentamente, sin bullicio, ni trucos, ni escándalo.
Nada hay en estos grabados de la geométrica Lucy Tejada que conocimos en las últimas exposiciones colectivas y que permitía prever un cambio radical dentro de su estilo. Es, pues, una muestra de grabados para recordar sus antiguas fidelidades y la tenaz severidad de su talento.