Cien años de qué

Miguel angel lopezPero su salud, su memoria y su alegría por la vida siguen intactas. Siempre me recibe con un abrazo fuerte y un roncito. En las fiestas familiares, usa sus mejores zapatos, se pone un poncho y sombrero y baila con todas las mujeres.

Por: Miguel Ángel López

Probablemente mientras usted lea esto yo me encuentre en una finca cercana a Pereira, con el sol encima y mi abuelo a un lado. Mi abuelo se llama Arsenio López y esta semana cumplió cien años. Un siglo, una esposa, doce hijos, más de 20 nietos, cinco bisnietos y hasta el momento, una tataranieta.

Es hermoso contar con la posibilidad de tener un familiar con tanta edad, en especial si continúa en pie como un roble. Escasamente usa bastón y para escuchar se le tiene que hablar un poco fuerte. Pero su salud, su memoria y su alegría por la vida siguen intactas. Siempre me recibe con un abrazo fuerte y un roncito. En las fiestas familiares, usa sus mejores zapatos, se pone un poncho y sombrero y baila con todas las mujeres. Y hasta hombres, cuando la ocasión lo amerita.

Arsenio López
Arsenio López

Pero más allá de lo que es ahora, Arsenio es un ejemplo de vida. Logró cumplir bodas de oro con mi abuela Aura y la acompañó hasta su lecho de muerte. Trabajó 26 años en la policía y ha vivido en seis departamentos. Él lo que tiene son historias para contar.

Y no solo él, no hay que tener 100 años para ser un anciano con miles de historia para contar, el problema es lo poco que nos hemos sentado a escuchar. Sin embargo, cuántos no van a la casa de sus abuelos, a visitarlos un domingo en la tarde, pero se sientan a hablar por celular. A jugar en el celular. A tuitear en el celular. A hacer cualquier cosa menos escuchar a ese hombre que te habla. Nos sentamos frente a nuestros abuelos y asentimos y afirmamos cada determinado tiempo solo para no crear un silencio incómodo. Como si ellos buscaran callarse.

Unesco publicó la Historia general de África en la cual, en su tomo uno, capítulo ocho, titulado La tradición viviente. cuenta la historia de una de las tantas culturas africanas. Habla de la tradición bambara. Dicha cultura tiene la voz de sus antepasados como algo supremamente importante.

Cuenta la leyenda que Maa Ngala, el creador de todas las cosas, sintió la necesidad de interactuar con alguien. Así pues, creó a Maa, que es el primer hombre, y le trasmitió todos sus conocimientos por medio de la palabra. “Iniciado por su creador, Maa transmite más tarde a su descendencia la suma total de sus conocimientos, siendo ese el inicio de la gran cadena de transmisión oral” (Unesco, 1982: 188).

No obstante, aquí, en Occidente, las prioridades son distintas. En el afán del día a día y la inmediatez cultural, escuchar a nuestros viejos no es más que una pérdida de tiempo. Tal vez, antes que ellos lleguen a los cien o no tengan la oportunidad de hacerlo, deberíamos sentaron a escucharlos y asentir, pero por la fe en sus historias. De resto, cien años pa’qué.