Los indiferentes se quemaron en las elecciones

CARLOS MARÍNLos que evitaron ejercer su derecho al voto, los que se negaron a participar en los comicios electorales, los que por indiferencia, por pasión u omisión le dijeron a la democracia ¡espere!, tendrán menos argumentos para la protesta simbólica, para la protesta social cuando el país esté patas arriba y cuatro años son una eternidad para arrepentirse.

Por: Carlos Marín

La democracia es como la novia fea, la tía aburrida o el hermano cansón de los colombianos despreocupados; esa que si se amanece con frio o calor se visita, la que se deja plantada si algo mejor resulta. Se convierte la democracia en un juego de altos niveles de egoísmo para terminar después en el cinismo, en la crítica al funcionario público.

Como propuesta afín, debería salir el mayor de los indiferentes a inscribir a su partido, con un número bastante alto de candidatos en el sistema bicameral del legislativo. Senado para los sin vergüenzas y Cámara para los contagiados; porque como sucede en los partidos tradicionales, se logran unos cuantos adeptos bajo palabra.

A ellos les resulta de mayor utilidad la famosa frase: ‘la política es corrupta’; siendo la misma carente de lógica y desproporcional al número de ciudadanos que apelan a su uso; lo que genera más vergüenza es que desde La Guajira hasta el Amazonas, se presenta intacta,  cual libreto recitado; ¿será que la política se ha transformado en la justificación de la indiferencia?, o ¿será tan difícil el cambio desde la democracia? En todo caso, mucha televisión y poca información, porque lo que sale en los medios se repite hasta el cansancio.

Desde las complejidades de la política nacional es mucho lo que hay por reprochar; sin embargo, abandonar el derecho de acudir a las urnas es un gesto que terminará por desencadenar situaciones sociales más engorrosas. Tener el foco en la política que no merecemos, es obviar otras problemáticas; cuando se detalle la situación de ascenso de los patrulleros de la policía nacional, cuando se mire con lupa los temas de contratación en las fuerzas militares, cuando se entienda el grosor de impunidad de la que es víctima Colombia, cuando se entienda los perjuicios de la minería a cielo abierto, y cientos de casos más; entonces ahí, los indiferentes se sabrán indiferentes del todo o de una cosa a la vez, entenderán que el origen de la solución está en la democracia y en la calle, pero que en esta última todo es más difícil.

Sin obviar que la corrupción es una plaga que azota la política de Estado y el estado de la política, el mejor camino es tomar partido, adherirse sin adherirse a las radicalmente obscenidades de la burocracia, tomar lo mejor de cada quien y estar vigilante por amor, por patria. 

Los que se abstuvieron simbólicamente a un acercamiento directo con la democracia, es mejor que tengan una mejor propuesta, porque de no ser así, se ha visto al partido de los indiferentes quemarse y  a la ola blanca maullar sin ver la luna. En algún momento, lo quieran o no, el arrepentimiento tocará las puertas, o peor, impactará los bolsillos; para entonces, no será la política aberrante la que se deba cambiar, sino todo lo que se llevó a su paso.