Bebidas energizantes: consumo que crece sin regulación 

Mientras el consumo de bebidas energizantes está en aumento entre la población universitaria del país, el Ministerio de Salud y Protección Social está en mora de expedir una regulación más estricta a estos productos y le abre las puertas a la industria que las fabrica para que influya en la construcción de las políticas públicas. 

 

Texto y fotografías / La Liga Contra el Silencio

No deberíamos hablar de bebidas “energizantes” porque el término es engañoso, son bebidas “estimulantes” y presentan un riesgo para la salud pública. Eso es lo que afirma una acción popular que fue instaurada contra el Instituto Nacional de Vigilancia de Medicamentos y Alimentos (Invima) y RedBull en 2010, y que en 2014 recibió un fallo favorable por parte del Consejo de Estado en segunda instancia. La sentencia le dio al gobierno nueve meses, a partir de julio de 2014, para revisar “la regulación vigente en materia de bebidas energizantes y a establecer unos contenidos que, de conformidad con los mejores conocimientos científicos disponibles, permitan salvaguardar la salud e integridad de los consumidores”.

Es decir que, según el Consejo de Estado, la regulación que estaba vigente desde 2009, era insuficiente para proteger los derechos colectivos a la salubridad pública y los derechos colectivos de los consumidores, ante los posibles riesgos de las bebidas energizantes, o estimulantes. 

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A pesar de la orden del Consejo de Estado, casi seis años después, ni siquiera se ha redactado un borrador de la regulación, que debería tratar elementos tan diversos como los contenidos de los ingredientes de las bebidas azucaradas, su publicidad y marketing, el segmento de la población al que puede venderse, y el etiquetado. Apenas ahora se está trabajando en este último, y observadores como la organización no gubernamental Dejusticia, una de las tres ONG’s invitadas por el Ministerio de Salud a participar del proceso de análisis de impacto normativo, están preocupados por el rumbo que podría tomar el proceso. Mientras tanto investigadores en universidades, doctores y otros profesionales en Colombia, entrevistados por La Liga Contra el Silencio, vienen probando con sus estudios que el consumo crece, sobre todo en jóvenes, sin control.

En primer lugar, los observadores denuncian que una de las personas encargadas de liderar el proceso dentro del Ministerio de Salud tiene un perfil de puerta giratoria entre la industria de productos azucarados y las entidades de regulación estatal; segundo, en las reuniones de análisis de impacto normativo, no hay representantes de la academia y médicos sin conflicto de interés; tercero, los funcionarios del Ministerio dieron a entender que van a validar o construir el borrador de la propuesta con la industria de bebidas energizantes; y cuarto, los detalles de las conversaciones que las organizaciones no gubernamentales han tenido con el Ministerio de Salud demuestran, según una abogada de Dejusticia, un desconocimiento técnico por parte de los funcionarios. 

“Consideramos que el Ministerio se enfocó mucho en el qué, que es hacer una resolución que cumpla la sentencia del Consejo de Estado del 2014, pero no se pensó en el cómo, y eso está generando muchas lagunas en la regulación”, dijo Ana María Narváez, abogada de Dejusticia. 

“El costo de esas lagunas es que la resolución no va a cumplir su fin. Una de ellas es que la persona que está liderando el proceso de esta resolución no tiene la formación en cuanto a política pública de salud ni salud humana, es una profesional universitaria, ingeniera de alimentos, cuya experiencia anterior fue como directora de asuntos regulatorios de Colombina”, añadió Narváez.

Para investigadores de la Organización Mundial de la Salud (OMS), el consumo de bebidas energéticas está asociado a sobredosis de cafeína, diabetes tipo 2, problemas durante el embarazo, efectos neurológicos, entre otros.

La abogada de Dejusticia se refiere a Indira Janet Ramos, quien está vinculada al Ministerio de Salud como Profesional Especializado código 2028, grado 17, del Grupo de Calidad e Inocuidad de Alimentos, que es la rama del Ministerio encargada de adelantar la regulación a las bebidas energizantes. Según el recorrido profesional disponible en el portal SIGEP, de Función Pública, Ramos se graduó de ingeniería de alimentos, trabajó de 2004 a 2007 en la Secretaría de Salud de la Gobernación del Meta, primero en laboratorio y luego en la sala ambiental. Entre 2007 y 2014 trabajó en el Invima, un ente supervisor. Durante el último año en esta institución, realizó un entrenamiento virtual en salud pública con enfoque de riesgo, que la Universidad de Antioquia dictó para los inspectores de la autoridad sanitaria del Invima. Siete meses y medio después de salir de esta institución, entró a la Coordinación de Asuntos Regulatorios de Colombina S.A., una empresa de alimentos azucarados. En mayo de 2019 dejó su trabajo en esa empresa y ese mismo mes entró al Ministerio de Salud, al Grupo de Calidad e Inocuidad de Alimentos. 

Este ir y venir entre el sector público y el sector privado, en el área de alimentos azucarados y su regulación, si bien puede interpretarse como un caso de puerta giratoria, es el resultado de una selección que siguió el concurso de méritos de la convocatoria 428 de la Comisión Nacional del Servicio Civil. “Su último cargo fue como Coordinadora de Asuntos Regulatorios de Colombina S.A., sin embargo, esto no constituye un impedimento legal para el desarrollo de las funciones y tareas asignadas”, dijo el Ministerio de Salud como respuesta a un derecho de petición de La Liga Contra el Silencio.  Las respuestas fueron elaboradas por Indira Janet Ramos, revisadas por su superior, Daniel Rubio, y firmadas por Claudia Patricia Moreno, subdirectora encargada de Salud Nutricional, Alimentos y Bebidas.

Solicitamos una aclaración de por qué no sería una puerta giratoria y el Ministerio respondió: “los procedimientos y requisitos que se cumplieron para el ingreso de la profesional a la que hace referencia, son los establecidos por la Comisión Nacional del Servicio Civil, las funciones que esta desempeña y las tareas que le han sido asignadas son acordes al manual de funciones, como es la participación y apoyo en la construcción de proyectos normativos sin que recaiga en ella o en el cargo que ejerce, la responsabilidad de expedir norma alguna”.

 La reunión que prendió las alarmas de Dejusticia se dio el 4 de diciembre de 2019. Indira Janet Ramos y su superior, el doctor Rubio, convocaron a representantes de la industria de bebidas energizantes, a funcionarios del Ministerio de Salud y del Invima, y a miembros de organizaciones de la sociedad civil, defensoras de los derechos del consumidor, para una reunión de socialización, en el marco de un estudio de análisis de impacto normativo. 

“Había errores técnicos graves, como confundir la diferencia entre una bebida energizante y el café. En un momento dado, la industria dijo que, si el problema de las bebidas energizantes era la cafeína, pues el café también es un problema. La manera como respondió esta persona [Indira Janet Ramos] es que no es lo mismo porque el café lo tomas en la casa y el RedBull lo tomas en la fiesta, o por fuera de la casa. Esa no es la respuesta de un funcionario con alto conocimiento técnico o que haya tenido el acompañamiento de personas expertas en salud humana”. 

“Esa fue una respuesta desafortunada”, dijo a La Liga Contra el Silencio un vocero de la organización no gubernamental FIAN (FoodFirst Information and Action Network), que defiende los derechos humanos y el derecho a la alimentación, y que también estuvo presente en la cita: “Pero eso no necesariamente implica que el ministerio fue antitécnico durante la reunión”.   

A través del vocero, que pidió mantener su nombre en reserva, la FIAN resaltó que el Ministerio de Salud hizo una presentación inicial sobre la regulación de bebidas azucaradas en diferentes lugares mundo, el proceso que se había realizado hasta ahora para llegar a este punto, y lo que venía en adelante con la resolución. En su opinión, la presentación del Ministerio fue detallada y profesional. Criticó, no obstante, que cuando solicitaron una copia de la presentación para poder analizarla, les fue negado el acceso a ella. 

La Liga Contra el Silencio pidió el acta de la reunión al Ministerio de Salud, en un derecho de petición de varios puntos, pero el Ministerio no la envió ni dio razones para no divulgarla. 

Ambas organizaciones coinciden en que dicha reunión de análisis de impacto normativo puso de relieve la fuerte influencia de la industria en los procesos de regulación de la salud pública. En otros casos, La Liga Contra el Silencio ya ha mostrado cómo funciona el poder del lobby de la industria de bebidas azucaradas.

“Coincidimos en que efectivamente muchas de las cosas que pasan en estos escenarios nos corroboran lo que nosotros ya sabemos, y es que la industria tiene una influencia muy fuerte y un lobby tanto en el Congreso como en el gobierno en este tipo de regulaciones, y eso está mal”, dijo el vocero de FIAN. “Esta reunión es una más de las que nos muestra un problema macro y general: que la salud pública no es regulada de manera independiente, sino que las regulaciones en salud pública están mediadas por intereses económicos”. 

“En la reunión se repitió que el proceso estaba acompañado por un equipo profesional o multidisciplinario, pero no vimos la presencia de ningún experto de salud humana”, dijo Ana María Narváez, de Dejusticia.

Sobre la reunión del 4 de diciembre, también llamó la atención de las organizaciones no gubernamentales la presencia desproporcionada de representantes de la industria de bebidas energizantes, en comparación con los miembros de la sociedad civil y organizaciones de defensa del consumidor. Hubo nueve invitados de la industria y cuatro de la sociedad civil. Además, no había ningún académico ni especialista en salud pública independiente: todos pertenecían al gobierno o a la industria. Durante la reunión, a cada uno se le permitió una intervención de 15 minutos, así que mientras la industria habló aproximadamente durante dos horas y cuarto, la sociedad civil habló menos de la mitad del tiempo. 

“En la reunión se repitió que el proceso estaba acompañado por un equipo profesional o multidisciplinario, pero no vimos la presencia de ningún experto de salud humana”, dijo Narváez, de Dejusticia.

Consultamos al Ministerio de Salud sobre el hecho de que no hubiese académicos de la salud independientes en la reunión y respondió: “Profesionales de las diferentes ciencias de la salud han participado como expertos de apoyo durante todo el proceso de identificación de causas, consecuencias y definición del problema, la invitación a la socialización del problema se extendió a todos ellos y a varios académicos de la Universidad Nacional y la Universidad Javeriana, y finalmente se desarrolló la sesión con quienes asistieron a este espacio. No obstante, el hecho que no hayan participado presencialmente el 4 de diciembre, en ningún caso implica una exclusión del proceso de Análisis de Impacto Normativo o, eventualmente, del proceso de reglamentación, toda vez que las actuaciones y documentos que formule el Ministerio en el marco del proceso en comento, deben cumplir con el principio de publicidad para garantizar la participación de todas las personas y sectores que presenten observaciones u aportes  en las diferentes etapas establecidas”.

Entrevistamos también a un académico de la salud pública de una prestigiosa universidad colombiana, que ha asistido a reuniones similares convocadas por el Ministerio de Salud y que pidió mantener en reserva su nombre. Aclaró que el grupo de académicos de la salud de las universidades mencionadas por el Ministerio de Salud apoyan 100 % a esta institución en toda la información y los conceptos que se les pida, pero no están conformes con la forma cómo se realizan estas reuniones y por ello han dejado de asistir. 

“Uno como académico no está en la jugada en ese tipo de reuniones. Se siente como en un juego del que no conoce las reglas porque todo está acordado de antemano y este sentimiento lo tenemos un grupo grande de académicos. Se aprueban cosas con las que no estamos de acuerdo, pero nuestra firma queda allí. No es lo que uno esperaría encontrar en un ambiente de discusión de salud pública”, dijo, quejándose de la falta de rigor en las discusiones de Análisis de Impacto Normativo. 

“¿Qué es lo mejor para la salud humana? Esa no fue una pregunta que se hiciera ni que se resolviera durante toda la reunión que hubo”, señaló Narváez, abogada de Dejusticia. “No fue un interés explícito de los tomadores de decisión ni de la manera como se organizó la reunión”. 

Otro punto que incomodó a Dejusticia fue que el borrador de la regulación se va a compartir con los representantes de la industria de bebidas energizantes. No están de acuerdo con que la industria tenga participación en el proceso de llegar a una versión final. 

“Ante las inseguridades [técnicas de los funcionarios], la conclusión fue que el Ministerio verificaría con la industria, que la industria le mandaría una evidencia al Ministerio, y entre ellos verificarían si el borrador de la resolución salía conforme a ambos. Que ambos estuvieran de acuerdo con el borrador que saliera”, señaló Narváez. 

“La industria quedó verificando el trabajo del Ministerio de Salud, que es el máximo órgano de formulación de políticas de salud pública en el país. Esto es muy preocupante por la ausencia de la academia, teniendo en cuenta el nivel de tecnicismo del tema”, añadió. 

FIAN, por su parte, entendió que el borrador iba a compartirse también con las organizaciones de la sociedad civil y que el Ministerio dijo que recibiría comentarios de todos los involucrados.

El académico de la salud pública consultado por La Liga Contra el Silencio, sin embargo, rechazó la presencia de la industria de bebidas energizantes en estos espacios: “Cuando se hacen este tipo de reuniones tenemos dos puntos de vista fundamentales que nos impiden participar. El primero, y el más fundamental, es que nosotros consideramos que la industria no debe tomar partido en las decisiones de salud pública del país, o en las decisiones de regulación en salud pública que tiene el Ministerio. La industria debe acatar las decisiones de salud pública y seguir los lineamientos, pero no tomar parte en si se debe vender un producto o si el etiquetado tiene que ser de una forma o la otra. El segundo punto es que a veces es muy complicado participar en estas reuniones porque la discusión no es lo suficientemente abierta y pública”.   

En respuestas enviadas a una serie de preguntas hechas por La Liga, Luis Felipe Torres, director de la Cámara de Bebidas de la Asociación Nacional de Empresarios de Colombia (ANDI), dio a entender que la actual regulación a las bebidas energizantes era suficiente, complementada con los acuerdos de autorregulación que la industria de bebidas azucaradas hizo en el 2016 y que actualizó en el 2019. “Las bebidas energizantes están reguladas en Colombia mediante la Resolución 4150 de 2009. Esta Resolución establece los niveles máximos de ingredientes, advertencias de etiquetado y restricciones de publicidad, entre otras. La ya mencionada resolución establece además que la publicidad de bebidas energizantes deberá ser aprobada previamente por el INVIMA”.

Finalmente, La Liga habló con una persona que ha trabajado en el Ministerio de Salud en la rama de salud pública, que conoce estos procesos de regulación y pidió reserva de su nombre. Sobre este tema, dijo que un lapso de nueve meses, como el que exigió el Consejo de Estado, no es razonable para llevar a cabo este tipo de procesos regulatorios, pues tan sólo hacer un estudio de política pública (lo que se conoce como un policy brief) previo al borrador de la resolución, toma por lo menos un año. Luego, hacer un análisis de impacto normativo y llegar a un borrador, otro tanto. Aclaró que es normal que se invite a todos los actores que se verán afectados con la regulación al proceso de impacto normativo, pero no necesariamente que se comparta el borrador de la regulación con los interesados para recibir sus comentarios, y que en este caso él como funcionario no lo haría, pues para eso la legislación contempla mecanismos de participación, como la consulta pública. 

Si bien dentro de las instalaciones de este claustro universitario colonial, no pueden venderse este tipo de bebidas, los estudiantes las compran en alguna de las muchas tiendas aledañas.

Estudiantes, consumo alto y frecuente en las ciudades de Colombia

“Yo era de las que tomaba bebidas energéticas. Me daban taquicardias y palpitaciones, pero de todas formas las seguía tomando”, cuenta Mireya Romero, estudiante de séptimo semestre de Medicina de la Corporación Universitaria Rafael Núñez, de Cartagena. “Lo que yo quería era quedarme despierta, pero no conseguía ese efecto”.

Si bien dentro de las instalaciones de este claustro universitario colonial, no pueden venderse este tipo de bebidas, los estudiantes las compran en alguna de las muchas tiendas aledañas. La costumbre de tomar bebidas energizantes se ha vuelto tan extendida, que Mireya Romero, Michelle Polo y María José Martínez, tres estudiantes de Medicina del semillero de investigación de la universidad, y sus profesores, el doctor Carlos Torres, la doctora Heidy Angulo, la doctora Mónica Rocha, directora del programa de Medicina, y la doctora Kelly García, adelantaron una investigación para determinar cuántos estudiantes consumen y con qué frecuencia. Es una de las más completas que se ha realizado en Colombia sobre el tema.

Hallaron que, de los 558 estudiantes encuestados en 10 programas profesionales (la universidad tiene unos 4.500 estudiantes), el 35 % consumió bebidas energizantes al menos dos veces durante los últimos seis meses. 

El 54 % de los estudiantes que consumían estos productos afirmó ingerir menos de una bebida energizante por semana, el 34 % entre una y dos bebidas energizantes por semana, y solo el 28 % de los consumidores consideró riesgoso para la salud su consumo semanal. En el 41 %, el principal motivo para el consumo de bebidas energizantes fue estudiar, y el 63 % dijo hacerlo con mayor intensidad durante las temporadas de exámenes y parciales. 

Los adolescentes y los estudiantes universitarios, junto con las profesiones que requieren turnos nocturnos o largos, son los segmentos de la población que más consumen bebidas energizantes.

“El consumo de estas bebidas se está transformando en un problema de salud pública”, opina  el doctor Carlos Torres. 

“Sobre todo en este tipo de poblaciones, y eso es lo más preocupante. En un estudio de la Universidad de Tunja hubo una prevalencia de 50 % en el consumo de estas bebidas. La frecuencia de muchos estudiantes quizás no sea muy alta, una o dos bebidas por semana, pero también está demostrado que estar expuesto a estas sustancias, en bajas cantidades, pero por un tiempo prolongado, también está asociado a diferentes efectos nocivos”,  añadió el doctor Torres. 

En Colombia, el segmento más dinámico y con mayor promesa de crecimiento, de la industria de bebidas no alcohólicas, es el de bebidas energizantes, según la firma de análisis de mercado Sicex

Un informe de Euromonitor -una consultora de análisis de mercado-, reveló que en 2019 se vendieron en Colombia 74,9 millones de litros (que representaron  526.900 millones de pesos) en comparación a 73,9 millones de litros de 2018. Aunque no son las cifras de crecimiento de dos dígitos que se vieron en los primeros años de la década de 2010, la firma estima un crecimiento sostenido de 1,4 %, en promedio, durante los próximos 5 años. 

En comparación, los habitantes del Reino Unido, con una población de 66,4 millones, compraron en el 2018 703 millones de litros de bebidas energizantes, según la Asociación de Refrescos del Reino Unido; y en México, con 129,2 millones de habitantes, se compraron en el 2016, según Euromonitor, 135 millones de litros de bebidas energizantes. 

Además de Cartagena, La Liga Contra el Silencio consultó a profesores y estudiantes de Medicina de Barranquilla, Pereira, Manizales y Bogotá, que han hecho investigaciones sobre el consumo de bebidas energizantes en sus universidades o entre la población infantil; y revisó además una encuesta realizada en la Universidad Nacional Sede Medellín. Todos coinciden en que cada vez más estudiantes universitarios toman bebidas energizantes. 

“He podido percibir que el consumo de bebidas energizantes entre estudiantes ha ido cada vez en aumento”, dijo el doctor Hugo Rafael Corrales, médico toxicólogo y profesor de la Universidad del Norte de Barranquilla. “He sido profesor en cuatro universidades de la Costa. La Universidad Rafael Núñez, la Universidad del Sinú, la Universidad de Cartagena y ahora estoy en la Universidad del Norte. Como docente de estas universidades de la Costa he notado que, primero, los estudiantes no tienen conocimiento de qué contienen estas bebidas energizantes. Segundo, tampoco conocen los posibles efectos adversos que pueden tener. Esto se ha popularizado por la alta propaganda que hay sobre los aparentes beneficios que pueden proporcionar estas bebidas energizantes. Hay varios estudios que se han hecho en Pereira, en Cartagena y en Bogotá, que muestran que la prevalencia de consumo varía entre un 30 y un 70 %”. 

El doctor Corrales resaltó también que, en el estudio que el doctor Carlos Torres y su equipo hicieron en Cartagena, tan solo entre el 30 % y 40 % de los estudiantes manifestaba conocer los efectos adversos de estas bebidas, y algunos relataron taquicardias luego de su consumo, pero a pesar de los síntomas, dijeron que no dejaban de consumirlas por la necesidad de mantenerse toda la noche estudiando. 

“Es alarmante también que cuando pides una botella de alcohol en una discoteca, junto con la botella te dan entre dos y tres bebidas energizantes para mezclarlos, porque aparentemente reduce los efectos de estar embriagado”, afirmó el doctor Corrales. 

La mezcla entre bebidas energizantes y alcohol es una práctica extendida que, según los académicos consultados, representa riesgos para la salud; no solo por la mezcla del alcohol con los ingredientes estimulantes de las bebidas (cafeína, azúcar, taurina y guaraná, principalmente), sino por los efectos sobre el hábito de consumo. El Centro para el Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos ha citado estudios que afirman que, de los estudiantes de secundaria que bebían alcohol en exceso, había el doble de posibilidades de que estuvieran mezclándolo con bebidas energizantes. 

“Los riesgos que yo he evidenciado se dan durante la preparación de cocteles con estas bebidas energizantes, para en teoría darle mayor potencia”, dijo Felipe Muñoz, que hasta diciembre estuvo encargado del programa de Reducción de Riesgos y Daños, de la Alcaldía de Cali, y que ha trabajado con programas como Cambie Cali, dirigido a concientizar a los jóvenes sobre el abuso de sustancias. 

“Hay un impacto muy fuerte en el cuerpo, no solo por la mezcla de sustancia depresiva y estimulante en el cuerpo, sino que en las bebidas energizantes no hay una cantidad clara de las sustancias que tiene. Todo el tema de sustancias o agregados estimulantes que puede tener no son dosis muy claras, y eso aumenta los riesgos de un impacto en salud. La cafeína que trae puede ser 150 o 200 % más que un café cargado, y a eso se le suma taurina y guaraná, que genera una descomposición energética en el cuerpo”, añadió Muñoz. 

Todos coinciden en que cada vez más estudiantes universitarios toman bebidas energizantes.

Por su parte, Luis Felipe Torres, director de la Cámara de Bebidas de la ANDI, se expresó en desacuerdo con esta evaluación de las bebidas energizantes. “Los estudios más recientes hechos por entidades internacionales como la EFSA (Autoridad de Seguridad Alimentaria Europa) en su documento Opinión sobre Cafeína de 2015; el Health Canada; el Comité de Toxicidad de Reino Unido y otras autoridades sanitarias a nivel mundial, han concluido que la cantidad de cafeína que se puede encontrar en una bebida energizante común es segura para el consumo humano. EFSA además concluye que la cafeína no tiene efectos tóxicos o nocivos en combinación con otros ingredientes de las bebidas energizantes”, señaló Torres a La Liga Contra el Silencio.  

Los académicos consultados en Pereira confirmaron que en esta región el consumo de bebidas energizantes también está en aumento entre la juventud de esta región. La doctora Juliana Londoño, graduada de la Fundación Universitaria Autónoma de las Américas, hizo parte de un equipo que estudió los efectos cardiovasculares del consumo de bebidas energizantes con guaraná

“Encontramos cambios en la frecuencia cardiaca cuando había consumo de bebidas energizantes con guaraná. Consideramos que los efectos de estas bebidas pueden ser riesgosos por sus efectos a nivel cardiovascular, y la mayoría de los adolescentes además mezclan estas bebidas con alcohol (…) Si bien nosotros hicimos la investigación en la población universitaria, en las consultas pediátricas hemos visto que el consumo comienza a edades mucho más tempranas, en el colegio”, explica la experta.

En Manizales, todas las tiendas universitarias venden bebidas energizantes, según la doctora María del Pilar Escobar, profesora de Salud Pública de la Universidad de Caldas. Confirmó que en esta universidad se da el mismo fenómeno que en otras: un consumo alto y frecuente. Aunque su estudio se centró en estudiantes de Enfermería, encontró que un 51,7 % de los encuestados las consumía con frecuencia. 

“Hay que hacer un trabajo de educación con la población y limitar a quiénes se les venden las bebidas energizantes. No se trata de prohibir el consumo, pero sí desestimularlo”, aseguró la doctora Escobar. “No debería haber pautas publicitarias para estas bebidas en horario familiar o que patrocinen equipos deportivos, por ejemplo”.

Estudiantes de la Escuela de Estadística de la Universidad Nacional, sede Medellín, realizaron una encuesta en 2013 para determinar la proporción de estudiantes que consumían bebidas energizantes todos los días, una vez a la semana, esporádicamente o una por curiosidad. La mayoría pertenecían a las primeras tres categorías, y entre los estudiantes de primer a décimo semestre, oscilaban entre el 36 % y el 59 %.

Por último, estudios hechos por estudiantes o exalumnos de la Facultad de Medicina de la Universidad Javeriana de Bogotá han arrojado un alto nivel de consumo en los estudiantes de esta institución y en adolescentes. 

María Camila Falla presentó como tesis de grado un estudio en el que entrevistó a 149 estudiantes y el 64 % admitió el consumo al menos una bebida energizante al mes. 

“Es un porcentaje bastante elevado. No esperaba que fuera tan alto y me parece preocupante porque las personas no saben las propiedades o riesgos que pueden llegar a tener estas bebidas. No hay una adecuada regulación del consumo de estas bebidas”, manifiesta la doctora Falla. “149 estudiantes es una prueba baja, así que una de las conclusiones de mi estudio es recomendar que se haga un estudio con una población más amplia”, añade. 

El doctor David Mateo Parra, para su trabajo de grado de la Universidad Javeriana, hizo una revisión de la literatura sobre los efectos del consumo de las bebidas energizantes en la salud. Tras revisar 32 estudios hechos en distintos países del mundo concluyó: “No se observaron estudios que mencionaran o concluyeran que los efectos benéficos, mencionado en la publicidad de las bebidas energizantes, son reales o se pueden comprobar en las poblaciones analizadas. Por el contrario, se encontró evidencia de los efectos adversos en la salud, tanto en la población de menores de 18 años, como de mayores de esta edad”. Los efectos benéficos que no están presentes en las bebidas, según el estudio del doctor Parra, serían “mejora de la concentración, aumento de la energía y mejor rendimiento intelectual”. 

“El consumo de las bebidas energizantes entre la población universitaria es más alto del que debería ser”, opina la doctora Mercedes Mora, docente de Salud Pública de la Universidad Javeriana. “Creo que hay un aumento exagerado de este tipo de bebidas. Considero que las bebidas energizantes son un riesgo para la salud pública porque no se están utilizando como debe ser. Se están consumiendo como si no tuvieron los niveles de cafeína que tienen”. 

Todos los académicos consultados por La Liga Contra el Silencio en seis ciudades de Colombia coincidieron en la necesidad de introducir una regulación más estricta a la forma cómo se hace la publicidad y el marketing de las bebidas energizantes, a su etiquetado y a su venta. Uno de los llamados fue prohibir la venta a menores de edad. El grupo de investigación de la Corporación Universitaria Rafael Núñez, además, se mostró interesado en participar del proceso que está llevando a cabo el Ministerio de Salud y Protección Social e hizo un llamado para que se les tuviera en cuenta. 

Grupos de investigación de universidades del país siguen con atención este proceso y los académicos, en general, piden que su voz sea tenida en cuenta a un nivel más alto, y no similar, al de la industria privada, pues mientras ellos buscan proteger la salud y el interés públicos, la industria vela por su propio bolsillo.  

Aviso: Esta historia hace parte de una línea de investigación de La Liga Contra el Silencio sobre asuntos relacionados con salud pública y censura, que hace énfasis en la industria de bebidas azucaradas y alimentos ultraprocesados. Este trabajo cuenta con la financiación de Vital Strategies, una organización global de salud pública.