APUNTES DE SEMÁNTICA Y GEMATRÍA

El vulgo en su búsqueda de una mejor expresión verbal, en nuestro país, ha creado un término, que, a mi juicio es mucho más exacto en su sentido: camellar.

 

Por / Jorge Triviño

Hay una pregunta, que parece muy elemental y, por lo tanto, debe ser respondida a la menor brevedad.

¿Por qué al palo, se le dice: palo? Aparenta ser una pregunta sencilla, pero encierra una explicación que nos deja sorprendidos.

Si fuésemos a buscar el significado en el diccionario, esta sería la respuesta, según la Real academia de la lengua: “Pieza de madera u otro material, mucho más larga que gruesa, generalmente cilíndrica y fácil de manejar”; pero la respuesta a nuestro interrogante, aún no ha sido resuelta.

¿Qué camino correcto debemos tomar?  Utilizar una ciencia, que viene en desuso desde hace muchos años, y que ya no se enseña en las escuelas y colegios de nuestro país: Etimología.

Etimología, se deriva de Etymos o Etumos, que significa: verdadero, legítimo, real, y de Logos: palabra; de donde se deduce que ella nos permite hallar el significado primigenio.

La palabra palo, se deriva del latín Phalus, y este a su vez, de la palabra griega Phallo; según la gematría, una ciencia de origen asirio caldeo, utilizado posteriormente por los judíos.

Según la gematría, la palabra palo, tiene valor 100, pues P=80, A=1, L=12, 0=7, pero el valor de la sumatoria es: 1+0+0= 1

La representación del Phallo es una línea cuyo valor es 1, según la kabalah. De ahí que el palo, es análogo al falo, u órgano masculino, pues la sumatoria de los valores de cada palabra es igual. También las palabras: pala, pelo, pila, tienen igual valor numérico, y formas semejantes, además, poseen las mismas consonantes; aunque varíen sus vocales. La palabra Polo, es la representación de un extremo de una línea que va desde un centro hacia el norte, o hacia el sur.

Al realizar la interpretación geométrica, el resultado es una circunferencia cuyo radio es 1, lo que genera una línea, que representa un palo o falo.

Los niños, que poseen la sabiduría innata, antes de ser contaminados por nuestros conocimientos aparentemente verdaderos, dicen: murciégalo, lo que, a todas luces nos parece mal; pero la realidad, es que los niños están en lo cierto.

La palabra exacta para definir a estos animales es: murciégalo, cuyo origen es latino, y está compuesta de mus que significa: ratón, y que se deformó por mur, y caecŭlus: ciego.

       Otro caso, es el de la palabra huevo, en la que los niños, de nuevo, nos dan lecciones valiosas.

Dicen, para referirse al huevo: güevo, lo cual nos parece equivocado, pero a la luz de la raíz del verbo, están de acuerdo con la esencia misma, pues lo saben, ya que están conectados con el inconsciente colectivo, ya que la h posee su propio fonema; y podemos constatarlo en los idiomas anglosajones, donde corresponde a una J(jota).

En Colombia, para hablar de los testículos, se dice: güeva, a cambio de la acepción de los lingüistas.

El pueblo, también expresa lo mismo, al nombrar a los testículos: güevas, con lo cual, le dan la importancia que tiene el fonema que representa, además, en el idioma hebreo: aliento divino.

Algunas tribus, al preguntárseles cuál es el nombre de Dios, han manifestado el aliento o h aspirada.

 

 

En cuanto a la palabra: vaina, en sus inicios, determinaba la vagina. Hoy en día la utilizamos; pero si meditamos un poco, hallaremos que tiene un parecido con el órgano sexual femenino.

En el argot, tal como lo definiera sabiamente Fulcaneli, en su obra: El misterio de las catedrales, el arte de la luz.

Todos los pueblos tienen un lenguaje creado por el vulgo, que tienen una mayor cercanía con la verdad, pues no pertenecen a clases sociales, donde se mantienen protocolos y normas que no permiten al espíritu humano, manifestar cosas de carácter elevado que tienen en su alma, y que presienten que es así; pero allí se incuba el ingenio, la metáfora, el retruécano, y el símil, tratando de romper los cerrojos con les tienen anquilosados a la real expresión; casos concretos, son el argot en Francia, conocido por las obras de Víctor Hugo, el lunfardo en Argentina y del cocoliche en Italia y de la búsqueda de La Cólchide, por parte de los argonautas en Grecia.

El verbo, nos permite acercarnos mucho más a la verdad, lo cual debe ser uno de nuestros principios fundamentales.

La palabra recordar, nos dice Arnold Krumm Heller; “está compuesta de re: volver a tener, cor: del latín: corazón y dar: dádiva. Así pues, como en el recinto de Dos todos está guardado, no hay nada más que volverlo a sacar. RECORDAR, es ciertamente, sacar del corazón. En alemán, es erinnern, sacar del interior. En sánscrito, es Mazdah, denominación de Dios y es recordar al mismo tiempo.”[1]

El vulgo en su búsqueda de una mejor expresión verbal, en nuestro país, ha creado un término, que, a mi juicio es mucho más exacto en su sentido: camellar. Si lo comparamos con el verbo trabajar, nos da un sentido de mayor dificultad al ejercer esa labor, por la comparación con los camellos; ya que ellos, andan durante muchos días con sus respectivas noches al sol y al agua, portando en sus gibas el precioso licor que les ha de mantener con vida; con ello, el pueblo nos enseña que su labor es bastante ruda, dura y ardua.

Recuerdo a mi madre, cuando era yo un niño, y andaba tras ella para cualquier lugar donde fuera, que nos reprendía diciéndonos: “ahí vienen en turega”, enrostrándonos que vivíamos al pie de ella, y que no la abandonábamos.

Esta acepción, no existe en el diccionario de la Real Academia de la Lengua, pero es un término utilizado para expresar que andábamos en fila, tal como lo hacen los tuaregs en el desierto.

Los vocablos: parce y parcero, aparcero, y parche, son muy significativos, ya que expresan diversas cosas con respecto a un grupo, el vocablo: parche pues un parche, es en su acepción original: un pegote, una solución provisional, una cosa sobrepuesta, o un círculo de papel untado; con ello manifiestan las características intrínsecas del grupo.

En cuanto a la palabra parce, diminutivo de parcero; nos recuerda a los parsis, a la vez que nos da como significante: aquellos que viven por sí mismos.

El verbo, nos da a conocer a quién tenemos frente a nosotros, aunque su apariencia física nos deslumbre. El lenguaje, va desarrollándose a medida que los individuos de las colectividades van haciéndose más sensibles y conscientes.

Hemos perdido, con el uso inconsciente de las palabras, algunos significados mucho más valiosos, como, por ejemplo, en la palabra: Psicología.

Hemos demeritado el cultivo de la sensibilidad, o alma. No le hemos dado importancia real a la palabra Psicología. Le anulamos la P, y en vez de escribirla correctamente, decimos: sicología. Nada más alejado de la verdad.

La palabra Sico —según el señor Israel Rojas— y confrontándolo con el diccionario de etimologías griegas, significa: higo (fruto de la higuera), o breva; y la palabra Psico, tiene su raíz griega, y significa: Alma.

       Pero hemos perdido muchas cosas más, ya que la palabra consciencia, tenía una significación mayor, debido a la importancia que antes le dábamos a la función en sí misma, y por lo tanto al término.

Consciencia, era definida como conciencia, pero definía una consciencia sentida, es decir, que ya había pasado por los canales de la consciencia: los cinco sentidos; pero hoy, lastimosamente, se acepta y se escribe: conciencia, lo que representa en realidad el conocimiento meramente mental, o tridimensional.   Se ha abandonado el desarrollo de la Psique o Alma; dándole más importancia al usufructo de las actividades, antes que al desarrollo o cultivo del alma.     Cuando un joven quiere ingresar a la universidad, los padres le preguntan: ¿y esa carrera si está dando dinero?, poniendo como fundamento los réditos económicos, antes que el servicio y la formación para su vida; hecho que se denota en el uso de las palabras.

Podemos determinar el avance de una sociedad, por el tipo de creaciones literarias, y de su palabra en todos los ramos; pues tal como es el interior de la sociedad, es igualmente su exterior; ya que todo proviene de dentro y se manifiesta luego hacia afuera.

El crecimiento obedece a ley de intususcepción. El perfeccionamiento de cualquier ser, ocurre como en la semilla. De las sustancias imbíbitas y del poder o capacidades que adquirió del árbol del que surgió, serán sus frutos. No crecemos por agregación. Los individuos aportan a la sociedad sus facultades; que se van aunando a las de los demás.

 

[1] HELLER,Krumm. Logos mantram magia. Editorial Kier s.a. Av. Santa Fe 1260. 1059, Buenos Aires. Sexta edición. Pág.40