Por / León Darío Gil Ramírez
Antes, lo siguiente:
Al final de la historia, la mujer del poema uno, viéndolo, se quedó en el vano de la puerta, llorando. El hombre, trastornando la esquina, se despedía batiéndole el pañuelo. Se fue para lejos, muy lejos. Tal vez vuelva, tal vez.
Los que no vinieron a la atrevida celebración del poema dos, menos mal, no hicieron falta. Pero la ennoblecieron, y eso es una vicisitud afortunada.
El poema tres, pensando en usted, para escribirlo me sirvió de atril, en Chipre, el cuerpo de una palmera. A la realidad la afantasmaba una niebla tupida y fría.
Las primicias del poema cuatro nacieron en la 57 con avenida Santander, debajo de un magnolio esperando una buseta. Recuerdo que miraba un recuerdo de mirada mala, risa merecida, falda ceñida, mangas sisas y pelo recogido, haciendo tiempo en el atrio de una universidad. Era por mayo. Pasaban las busetas… y yo las dejaba pasar.
Cuando le regalé el libro, quince días antes de la cirugía, el doctor Gallego lo abrió donde al azar puso su magia. Y lo leyó. Era el poema cinco. Estaba con dos practicantes: quién más hermosa. Lo leyó despacio, entonado, casi teatral. Después de leerlo y un silencio admirado, abierto el libro lo estrechó contra su pecho. Eso me dio mucha alegría.
UNO
Lunar
De lo linda que es y de su risa sin dudas
No, no voy a hablar de eso
Ni de su estatura que tiene que empinar
Para que la bese mi boca
Ni de sus labios tampoco
Que adentro guardan su aliento de tibieza
El pez prisionero de su lengua estremecedora
Las palabras que enfurian mi carne o serenan mis tormentas
Mucho menos voy a hablar de sus ojos
Negros, y que revelan, no tanto su hermosura
Como la paz que prodiga contemplarlos
Ni de sus cejas, dos alondras acostadas
Con las que confirma sus enojos o consiente mis descaros
De eso no
Voy hablar del lunar
El lunar que tiene donde termina el abismo de su cintura
Y comienza el más dichoso itinerario de mis manos
Tiene la forma de una estrella con un par de puntas rotas
Y el nombre que le tengo no lo digo
Para no presumir de poeta
DOS
Asistencia
Luz de los que pasan, presente
León de los que aguardan, presente
Cuartito de los arrobos, presente
Arañazo de la culpa, no vino
Titilar de la llama, presente
Tiranía del deseo, presente
Fruta de la lujuria, presente
Júbilo de los cuerpos, presente
Dicha de los dos, presente
Persistencia del milagro, presente
Desenlace de esta eternidad, no vino
TRES
Capítulo 4, versículo 21
Amar
Soñar
Vivir
Florecer
Con usted
Mi amor
Mi sueño
Mi vida
Mi flor
CUATRO
Aviso
Para usted, que me estremece
Ni alta ni bajita, apenas
Ni flaca ni gorda, lo justo
Bella hasta el colmo
Mala de vez en cuando
Buena todos los días
Estrechita de cintura
Anchurosa de caderas
Morena, de ojos claros. Clara la mirada
Que agradezca la lluvia
Que la enrabie la injusticia
Que sea ella
Así la quiero
Informes aquí
CINCO
Uñas
Irse de quienes son, salirse
Van siempre adelante
Dueñas de su suerte abriendo su camino
Manada indócil de criaturas. Pertinaces, sutiles, silenciosas
Anuncios incansables del remoto origen. Remoto e ignorado
Declaración visible de los huesos, reminiscencia de las garras
Entre el alma encarnadas y entre el aire
Crecen con el afán que solo a ellas les incumbe
Crecen más allá del tiempo y de la muerte
No les importamos