Decadencia. Calibalismo. Odio. Amor. La Avenida sexta. Es la una y media de la tarde. Juventud incomprendida. Muertos que sueñan vivos. “CaliCalabozo”. Andrés Caicedo en todo su esplendor… aún vive.
Por: Juan Francisco Molina Moncada

Decadencia. Calibalismo. Odio. Amor. La avenida sexta. Es la una y media de la tarde. Juventud incomprendida. Muertos que sueñan vivos. “CaliCalabozo”. Andrés Caicedo en todo su esplendor. Una puesta en escena sobria y contundente. Buen manejo de los tiempos dramáticos y cómicos. Bella música, al son de la flauta.
Buena parte del público se puso de pie para aplaudir la obra. No era para menos. Emocional, sarcástica, abarcadora de los problemas que atormentaban (y atormentan) a la juventud y en general a la gran ciudad, partiendo de 6 de los 16 relatos escritos por Caicedo en “CaliCalabozo”. La puesta en escena, desarrollada por el grupo “Teatro del presagio” de Cali, bajo la dirección del pereirano Camilo Villamarín Orrego, fue acertada, usando en los diálogos fragmentos que hacían recordar al escritor caleño.
Del blanco se pasa a lo oscuro; la juventud que en el querer odiar recurre desde su inocencia a los “vicios” condenados por la moral ejercida desde los entes de poder. Al final, se manejaba una postura dramática, bien matizada por una comedia a veces coloquial, otras veces, irónica y oscura, crítica, en ocasiones cínica. La expresividad propia del teatro fue bien trabajada por unos actores involucrados en unos personajes tan atormentados como gozadores, tan pesimistas como optimistas, tan oscuros como claros.
No era necesaria una escenografía cargada de elementos, ni un vestuario llamativo. La cotidianidad de ciudad, de juventud que se pretendía narrar, requería sobriedad, lo grotesco estaba marcado por las situaciones que definían a los actores de una obra la cual trasciende a la realidad desde la oscuridad del calabozo que es la ciudad.
El río Pance se venga. Las prostitutas cuentan al aire sus historias. Se condena el pecado de la masturbación. El lado oscuro de la ciudad, representado desde la Avenida sexta ilumina al escenario, a veces de forma tenue resaltando las sombras, otras de forma encandilante, resaltando las virtudes. Al final, la oscuridad del calabozo ilumina a la ciudad desde las letras y la dramaturgia. Quizá eso deja “CaliCalabozo”. Situaciones decadentes, historias de amor que desembocan en el fracaso, para cerrar al ritmo de la dulce y triste flauta con unos sueños que lo siguen siendo en cuanto son irrealizables e incomprendidos.
Decadencia. Calibalismo. Odio. Amor. La Avenida sexta. Es la una y media de la tarde. Juventud incomprendida. Muertos que sueñan vivos. “CaliCalabozo”. Andrés Caicedo en todo su esplendor… aún vive.