Llega un día en que uno se vuelve “de los grandes”, que tiene que saber dónde deja las llaves y que tiene que pagar cuentas de las propias y de las ajenas. Por supuesto, uno quisiera decir: tapo, remacho y que sigan jugando los otros.
Los que no tenemos niños nos podemos dar ciertas licencias. Sí, es cierto lo que dice mi Mamá: no hay nada más fácil que criar los hijos del vecino. Con mucho respeto, pero también que dejen de dar lora los padres y los pedagogos.
Aprenda “mi amor” que la vida es una mesa coja, puesta sobre un piso disparejo, resbaloso, empantanado. Abra los ojos y mejor que lo sepa más temprano. Tampoco es para que se amargue y para que se le vuelva la vida una carrera de remos en contra de la corriente.
Siempre va a haber personas a las que les toca sufrir más que a usted y que pueden ser generosas y reconciliadas con todos y con todo. Usted verá si se dedica a repartir malquerencias o a compartir beneficios.
Que el sexo tira, pero también aburre; que de todo lo que uno ama, desea y espera, sólo le tocan parcelas, pedacitos y eso por raticos. Que en la nómina donde usted trabaje, y eso que mi Dios lo bendiga con una coloca, usted siempre va a estar acompañado de 16, 11, que son unas pascuas, unos ciudadanos cabales, pero que en el inventario siempre hay un sirirí, algún otro que no se lo aguanta y que usted se lo ganó en una rifa. Aprenda a convivir con los unos y con los otros.
El Papa lo explicó clarito: hay unos a los que uno quiere, otros que lo quieren a uno, otros a los que uno no quiere, y los del fondo que no nos quieren ni poquito. Bueno, Francisco agregaba que hay que rezar por todos, eso usted ya lo verá. O como dice un amigo, que le enseñaron en la casa: “paciencia y maldiga pasito”.
Llega un día en que uno se vuelve “de los grandes”, que tiene que saber dónde deja las llaves y que tiene que pagar cuentas de las propias y de las ajenas. Por supuesto, uno quisiera decir: tapo, remacho y que sigan jugando los otros. O levantar los hombros y, al mirarse al espejo, refunfuñar, qué importa. Pues no, la vida no es pan de trigo ni a boquita que querés. Respire y sepa que, como dice Dom Casaldáliga, “de lejos toda montaña es azul, de cerca, toda persona es humana”.
Qué cuentos de que lea: u, de uña; o, de ojo, y eme, de mamá. Es: e, de escepticismo; te, de tragedia y ce, de contingencia. Y no haga pucheros.
Sea agradecido, despídase, responda: “sí señor” y “no señor”, que así se ve más bonito.