Anotaciones sobre El dinosaurio anotado

El presente artículo revisa y analiza el contenido de El dinosaurio anotado. Edición crítica de “El dinosaurio” de Augusto Monterroso, libro del crítico mexicano Lauro Zavala, e igualmente acoge su invitación a cultivar la minificción como juegos de la literatura, reconociendo y asumiendo la seriedad que tal condición lúdica demanda. 

 

Por: Carlos Alberto Villegas Uribe

Con agradecimientos al señor de la brevedad, quien me facilitó El dinosaurio anotado.

Una parodia como piedra de toque: Cuando despertó, Lauro Zavala continuaba allí, teorizando.

Iniciar las reflexiones sobre El dinosaurio anotado, libro antológico de Lauro Zavala, con una nueva parodia del cuento de Tito Monterrosso (perdón por el abuso de confianza con el autor guatemalteco) no pretende incrementar el lugar común con la parodia ad infinitum del legendario minicuento, sino, talvez, evidenciar la condición de animal enorme del crítico mexicano quien ha llevado al límite la teoría sobre la minificción y el microrrelato.

 

Huellas de pasos enormes

Para quien haya trasegado en el cine y la literatura, particularmente en la literatura breve, no es un secreto que Lauro Zavala, quien naciera en Ciudad de México el 30 de diciembre de 1954, es uno de los investigadores universitarios de mayor prestigio en el planeta por sus trabajos y sus aportes exegéticos en teoría literaria, teoría del cine y semiótica; particularmente, por sus aportes preceptivos sobre la minificción y las relaciones entre ironía, metaficción y microrrelato.

Ha sido igualmente el creador de un sistema de modelos para el análisis textual e intertextual que permiten estudiar la llamada traducción intersemiótica. Modelos diseñados para analizar cuentos, novelas, minificciones literarias y audiovisuales, películas de ficción y documentales, así como fotografías y otros productos culturales.

Los estudiantes del Doctorado en Humanidades de la Universidad Autónoma Metropolitana de Xochimilco, donde trabaja como profesor desde 1984 y donde coordina el Área de Análisis Cinematográfico, disfrutan de sus disquisiciones teóricas y sus particulares miradas al cine y la literatura. Desde el año 2010 Lauro Zavala es miembro de la Academia Mexicana de Ciencias (AMC), en el área de Humanidades.

Su interés en la Literatura en general y en la Literatura Breve en particular lo ha llevado a elaborar una docena de antologías literarias de carácter didáctico, y a escribir varios libros sobre el trabajo de docencia e investigación, además de crear la revista especializada El cuento en red.

Como lo reseña Wikipedia, Lauro Zavala es

Doctor en Literatura Hispánica por El Colegio de México, es autor de una docena de libros y más de 150 artículos de investigación publicados en Estados Unidos, Inglaterra, España, Francia y otros 15 países. Sus trabajos han sido citados en más de 1500 libros y revistas especializadas. Ha sido invitado a impartir cursos y conferencias en más de 65 universidades y en más de 120 congresos académicos nacionales e internacionales. Hasta la fecha ha dirigido más de 150 tesis universitarias. La Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México elaboró un DVD a partir de su libro de texto sobre cine. Su interés por la lexicografía es evidente en su Manual de análisis narrativo, donde propone lo que él llama “jurisprudencia lexical” para casi 500 términos organizados en forma de glosarios. Actualmente es presidente de la Asociación Mexicana de Teoría y Análisis Cinematográfico (SEPANCINE) y desde 2005 organiza cada año el Congreso Internacional de Análisis Cinematográfico.

 

Sobre el lomo del dinosaurio anotado

En las páginas preliminares de El dinosaurio anotado, Lauro Zavala le reconoce y agradece a José Luis Martínez Morales, director del Instituto de Investigaciones Lingūístico-Literarias, quien tuvo y le compartió la idea original del proyecto, durante un congreso internacional al que asistieron en 1998.

A través de las 135 páginas, el libro se convierte en un verdadero “bocatto di cardinale” para los cultores de la minificción y principalmente para los admiradores de Augusto Monterroso, porque además de una innumerable cantidad de versiones y perversiones sobre el famoso cuento de El dinosaurio, se incluyen ensayos sobre literatura breve, entrevistas y parodias dinosaúricas.

Insisto en perversiones porque Lauro Zavala incluye una serie de parodias de Francisco Nájera (La comedia humana) las cuales redundan en la anómala “Y” que se le ha atribuido incontablemente al cuento de Monterroso. Sin duda, el riguroso crítico literario colombiano Carlos Alberto Castrillón Ramírez, antologista de criterio, no hubiera permitido la inclusión de las parodias de Francisco Nájera porque ellas reiteran y dejan en la memoria del lector esa molesta huella acústica de la “Y” inexistente.

Por fortuna el propio Lauro Zavala incluye el texto íntegro de Augusto Monterroso: “Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí” y el lector avezado y avisado puede constatar de primera mano la inexistencia de esa “Y” pérfida. También para fortuna del lector la antología incluye el artículo del mexicano Juan Villoro:  “Monterroso, libretista de ópera”: en el cual Villoro testimonia el craso error de agregar una palabra innecesaria a El dinosaurio, evidenciado por el propio Augusto Monterroso.

En una ocasión habla (sic) de El dinosaurio con Monterroso y cometí la torpeza de agregarle una palabra: “Y cuando despertó…”.

“- Carajo -comentó Tito-, ¡lo hiciste parecer como una obra de Tolstói!”.

Cualquier añadido -acentúa Villoro en el artículo- a la despojada perfección de este cuento hace que se vuelque a la zona ampulosa de La montaña mágica o La guerra y la paz. De ahí su potencialidad….

En la entrevista de David Gutiérrez Cifuentes titulada “El cuento moderno: Poesía más allá de la palabra”, Augusto Monterroso define el ars poética del microcuento: “el cuento por muy breve que sea tiene argumento. Tiene que tener un sujeto y este tiene que ser objeto de una acción propia o ajena, tiene que haber desenlace, tiene que contar algo.” Monterroso enfatiza: “El cuento moderno ya no es como los antigūitos, ahora se logra más por lo que se insinúa que por lo que se dice, por lo que se oculta que por lo que se enseña. El manejo del estilo, la frase, las palabras en general, está también transformando el cuento moderno en un objeto muy especial. muy redondo en sí mismo”.

En la sección “El dinosaurio en el taller del cuento”, Héctor Anaya comparte una serie de textos frescos, ingeniosos y dinámicos desarrollados con sus estudiantes a partir del microcuento anotado y evidencia la potencialidad del cuento de Monterroso como disparador creativo.

El juego de los cazadores de microlingotes dorados

Los artículos sobre “El dinosaurio” incluidos en el libro de Zavala le permiten al lector ser testigo de un asunto polémico: ¿cuál es el cuento más breve que se ha escrito?

Oscar de la Borbolla, en el artículo Minibiografía del minicuento, empieza el juego de determinar el cuento más breve del mundo y cuenta su epifanía juvenil entre los panteones de Dolores que le permitió descubrir, aún sin conocerlo como tal, el género de la minificción.

Era un púber romántico que con un libro bajo el brazo se perdía entre las criptas en busca de un sauce que le diera sombra a su lectura. Y una tarde me instalé bajo un pirul que salpicaba las páginas de mi libro con su viscosa savia. Harto de la llovizna vegetal me levanté y descubrí el minicuento: los mejores minicuentos, la antología más maravillosa de minicuentos. Y no me refiero -no se me tome a mal- a los escritos por Monterroso ni a los poemínimos de Huerta, que sin duda son espléndidos, sino a los minicuentos perpetrados por los primeros minicuentistas, por los verdaderos inventores del género, es decir, los minicuentos que figuran en la mayoría de las lápidas: los epitafios:

1919-1958 mamita: tus hijos te extrañan.

(…)

Sin ti no vivo. Pepe.

Con una sensibilidad que recuerda a El necrófilo, de Gabrielle Wittkop, De la Borbolla cuenta su fascinación con tales paseos tanático-literarios:

Me encantaba caminar por el panteón de Dolores, sentir con los dedos los surcos empolvados de las letras labradas en las placas de mármol, la frialdad habladora del granito. Entonces no sabía, por supuesto, que esas brevísimas historias constituían un género literario; pero sí sabía que eran frases sentidas que resumían vidas enteras y me dedicaba a expandirlas, a desenvolver con la imaginación los detalles omitidos por los redactores y de un simple epitafio generaba una novela completa: tres o cuatro horas frente a cualquiera de esas frases me permitían comprender lo que la buena literatura nos entrega: la alegre certeza de que existen muchas vidas y la trágica evidencia de que todas son truncadas por la muerte.

De la Borbolla continúa sus reflexiones sobre vida, muerte, literatura y minificción por las cuales vale la dicha ir a El dinosaurio anotado. Luego, De la Borbolla, se lanza al juego de la cacería del microlingote dorado:

Ahora, para terminar, voy a ofrecerles, en primer término, el mejor minicuento que conozco, el más famoso y, finalmente, uno hecho por mí para esta ocasión y que espero sea, definitivamente, el más corto de cuantos puedan inventarse:

El mejor minicuento que he leído está en una lápida del Panteón Jardín: consta de una sola palabra, pero es una palabra que resume la vida de varios personajes, que muestra la pasión, los disgustos, los desgarramientos, la traición, los celos, la decepción, la rabia. sobre una sobria piedra negra puede leerse esta hondísima historia: “Desgraciada”.

El famoso minicuento forma parte de la literatura épica y está armado con narrador autodiegético: es la archiconocida frase dicha por César al vencer a Farnaces: “Veni, vidi, vici”. Aclaro que César la compuso con cabal conciencia y con plena intención de síntesis, pues buscaba informar al Senado, con una historia rápida, la rapidez de su victoria.

El minicuento más breve posible empecé a componerlo en mi perdida pubertad de paseante de panteones, en los tiempos cuando descubrí mi vocación literaria y filosófica. En él se resumen no sólo las dudas sobre la vida y la muerte, sino la incertidumbre universal del hombre ante el destino. Este minicuento dice exclusivamente: ¿Y?

Como buen cazador de microlingotes dorados Lazlo Moussong no le cree a Oscar De la Borbolla y abunda sobre el dilema en su ensayo: “El verdadero cuento más breve”:

Cuál es el cuento más breve del mundo es un asunto polémico. Dicen los pocos versados en la minificción que el texto de siete palabras El dinosaurio, de Augusto Monterroso, es el que merece esa distinción. Sin embargo, Oscar de la Borbolla es autor de un minicuento cuya brevedad él cree imposible de superar”.

(…)

Siento decepcionar a Monterroso y a De la Borbolla, pues cuando por demasiado extensa se me comenzó a hacer tediosa la lectura de esos minicuentos, me decidí a escribir uno todavía más breve en el que expreso y sintetizo el pasmo ante el vacío que encontramos los seres humanos cuando nos preguntamos por el sentido y el valor de la vida, pasmo y vacío para los que ninguna ciencia ha encontrado y quizás nunca encontrará un remedio.

(…)

Debo advertir que sólo me fue posible escribirlo en lengua inglesa, ya que la redacción en español habría duplicado su extensión. El cuento titulado “The Unbearable Lies’ Mess of Being” es el siguiente “!”.

 

El título del cuento de Lazlo Moussong se traduce como “El insoportable revoltijo de mentiras del ser”.

 

Bailar con dinosaurios

En definitiva, El dinosaurio anotado de Lauro Zavala es una oda a la minificción que invita a los envarados literatos de postín quienes se niegan a reconocer la validez literaria de este género, a revaluar sus prejuicios. Una invitación a participar de la fiesta de la literatura como juego. Acogiendo la invitación, también quiero participar en el juego de los cazadores de microlingotes y proponer el verdadero e imposible de superar minicuento más breve del mundo.

 

Inefables reflexiones del filósofo sobre el vacío

 

La realización de este minicuento recurre a una sinécdoque narrativa que mediante un tropo retórico transfiere al título la responsabilidad de cumplir las condiciones establecidas en el ars poética de Monterroso para el minicuento (todo cuento por breve que sea tiene argumento -la imposibilidad de compartir algunas reflexiones filosóficas sobre el vacío existencial-; tiene que tener un sujeto -el filósofo- y este tiene que ser objeto de una acción propia o ajena -reflexiona-; tiene que tener un desenlace -la perplejidad del lector frente a la página en blanco-. Este minicuento se apoya, además, en la preceptiva de la Literatura Concreta promovida por los literatos brasileros Decio Pignatari, Augusto y Haroldo de Campos, la cual reconoce, entre otras particularidades, la función diegética del espacio en la página en blanco.

 

Referencias bibliográficas

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Rojo, Violeta. Breve manual (ampliado) para reconocer minicuentos. Venezuela: Equinoccio, 2009.

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______________.  Relatos vertiginosos. Antología. Alfaguara. 175 P.

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______________. Cartografías del cuento y la minificción. España: Renacimiento, 2004.

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Memoria de autor

Carlos Alberto Villegas Uribe, Calarcá, 1961. Licenciado en educación con especialidad en tecnología educativa de la Universidad del Quindío y maestría en comunicación educativa de la Universidad Tecnológica de Pereira. Becario del programa de la Unión Europea de Becas para Profesionales de Alto Nivel de América Latina, Alban, en la universidad Complutense de Madrid, donde desarrolló la tesis laureada (cum laude): “Psicogénesis de la risa, la risa como construcción de cultura”, en el Doctorado la lengua, la literatura y su relación con los medios de comunicación, en la facultad de Ciencias de la Información.