Bel Ami

Duroy sueña al comienzo de la novela que, de golpe en la calle, con una mirada, pueda conquistar a la hija de un banquero o cualquier millonario que le pueda proporcionar, a través del matrimonio, una gran fortuna. 

Boges

 

Por: Gustavo Adolfo Osorio López

Tres años antes de la publicación de Bel Ami, es decir 1882, Guy de Maupassant escribe una crónica para Le Gaulois que tiene por título El Adulterio (L’adultère); habla, sobre todo, del adulterio burgués y dice que esta cuestión es eterna y siempre está de actualidad; comenta, además, que un hombre que haga trampas en el juego, que viva a expensas de una mujer y estafe a los protectores de esa mujer, sería hoy considerado como el último de los pordioseros.[1] En este texto, que no tiene más de tres cuartillas, Maupassant deja adivinar la esencia de su relato Bel Ami, que tiene como eje central y contundente el adulterio.

Esta cuestión no es nueva para la época, y menos para el círculo de escritores al que pertenecía Maupassant; ya su maestro y tutor, Gustave Flaubert, era célebre por su novela Madame Bovary en la que, a grandes rasgos, una mujer engaña a su marido con varios amantes. Es cierto que los impulsos de Jorge Duroy, personaje principal de Bel Ami, son lejanos a los de Madame Bovary, quien, presa del aburrimiento y la monotonía de su matrimonio, se entrega a los brazos de otros. Sólo se llegará a asemejar Jorge a Bovary en su relación con Clotilde, y eso que aun guardando cierta distancia.

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Adaptación de Madame Bovary al cine. Año 2014. Dirigida por Sophie Barthes y protagonizada por la actriz australiana Mia Wasikowska.

Maupassant introduce a Duroy desde la primera línea, de ahí en adelante hará énfasis en su actitud y su apariencia, nos comenta por ejemplo:

“Engreído por naturaleza y por petulante resabio de sus tiempos de suboficial, engalló el pecho, se retorció el bigote con marcial gesto que le era peculiar y lanzó sobre los comensales rezagados una mirada rápida y circular, una de esas de gavilán que todo lo abarcan y penetran”[2]

Y continúa más adelante:

“Andaba como cuando vestía el uniforme de húsar: abombado el pecho, las piernas ligeramente arqueadas, como si se acabase de apear del caballo; avanzaba brutalmente, empujando con sus hombros los hombros ajenos, abriéndose paso entre la gente para no desviarse de su camino. Llevaba la chistera ligeramente inclinada hacia la izquierda, y taconeaba fuerte. Parecía desafiar a alguien: a los transeúntes, a las casas, a la ciudad entera, por prurito de soldado marchoso en traje paisano”[3]

Esta forma de ser, esta confianza en sí mismo, se irá afirmando en él cada vez más, lo que era una mera ilusión o sueño de pueblerino apuesto llegado a la ciudad, se convertirá en una actitud determinante en su persona. Su belleza le supondrá ciertos beneficios entre las mujeres, sobre todo entre aquellas relacionadas a La Vie Française: periódico al cual Duroy entra por ayuda de un antiguo compañero de armas de apellido Forestier. Es la mujer de este amigo, Magdalena Forestier, quien le ayuda a redactar su primer y único artículo por un tiempo, Recuerdos de un oficial de Cazadores en África y será ella misma la que le aconsejará “hacer la corte” tanto a la señora de Marelle, Clotilde, como a la señora Walter, esposa del director del periódico.

Belami
Adaptación de la novela homónima de Guy de Maupassant (1885). Bel Ami: historia de un seductor. Año 2012. Reino Unido. Película dirigida por: Nick Ormerod, Declan Donnellan. Protagonizada por Robert Pattinson, Uma Thurman, etc.

Duroy sueña al comienzo de la novela que, de golpe en la calle, con una mirada, pueda conquistar a la hija de un banquero o cualquier millonario que le pueda proporcionar, a través del matrimonio, una gran fortuna. Recordemos que al casarse una mujer tenía por parte de su familia un dote: suma de dinero o propiedades, a veces las dos juntas, que le era asegurada; una especie de herencia en vida. A pesar de que esto no es muy lejano a lo que ocurre, puesto que Jorge sí termina casándose con la hija de un millonario, hay que deshacernos de toda pretensión poética de su parte, en esa mirada no está contenido un amor intenso como el que nos muestra Víctor Hugo en Los Miserables, cuando Marius ve por primera vez a Cosette. En Duroy esa mirada no puede menos que contener un deseo de poder.

Ahora bien, Jorge tiene las aptitudes para ser grande, pero como el niño con buen oído para la música necesita del maestro que le instruya, él también necesitará de ciertas personas para explotar su potencial. Antes de reconocer en la calle a su antiguo compañero, Carlos Forestier, Duroy trabajaba en una estación de trenes, con un sueldo nada significativo y tenía planes de convertirse en maestro de equitación. Es Forestier quien le convence de que esta aspiración le supondrá un suicidio social:

cuando hayas enseñado a montar a caballo a los hombres de buena sociedad o a sus hijos, ya no podrías considerarte como un igual.[4] 

Desiste, pues, Jorge de sus intenciones y se va a trabajar en La Vie Française.

Pronto, todas sus aspiraciones de grandeza se ven opacadas, tanto porque carece de habilidad para escribir, lo que le significaría un ingreso adicional, como por el estilo de vida que le impone su profesión y el tener una amante como Clotilde. Hasta este momento en Duroy todavía habita cierta inocencia, el único beneficio, algo dudoso, que ha adquirido es el de tener una amante con la cual gasta buena parte de su pago, además de los varios adelantos de su sueldo y préstamos que pide a sus compañeros, por lo cual un día, a pesar de que el piso donde él y Clotilde se encuentran corre a expensas de ella, se ve sin un franco. Madame Marelle quiere salir, pero Jorge, a sabiendas de que esto supone gastar dinero, trata de evitarlo de todas las formas posibles.

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Escenas de Bel Ami el seductor. 2012

Es tal la insistencia de Clotilde, que Duroy tiene que confesar el estado de sus cuentas, tras los abrazos y comentarios de consuelo típicos de la mujer que se sabe con recursos provenientes de su marido, se entregan uno al otro como tantas veces lo han hecho. Recogidos los vestidos y dejado el piso en ausencia, hace cada cual el camino de vuelta a su hogar; llegado a la puerta de su cuarto, Jorge mete la mano en el bolsillo para coger la caja de fósforos y encuentra un luis de 20 francos, adivina pues que su amante le ha dejado una limosna, le indigna esto y se propone ir al otro día temprano a devolverlos; se levanta tarde y pospone tal intención hasta su próxima cita, en la cual no dice nada.

Es con este hecho que comienza en Duroy una transformación: su orgullo le incita a devolver todo cuanto recibe, más la conveniencia de un ingreso sin esfuerzo le gana el corazón, seguirán a esta muchas otras veces en las cuales Clotilde deja dinero a Duroy, dinero que siempre dice que va a devolver pero nunca lo hace, como tampoco lo hace con los préstamos que ha pedido a sus amigos. La relación de Jorge con Madame Marelle tendrá sus altos y sus bajos, en uno de esos bajos decide Duroy visitar a Madame Walter, y al siguiente día le promueven de puesto en su trabajo, pasa a ser director de los “Ecos”, ve él en esto una innegable relación con su visita.

Haré aquí un pausa para explicar algo, he venido comentando ciertas cosas que dan la impresión de que todo gira entorno a las mujeres, y si bien los hechos más contundentes lo hacen, no quisiera caer en lo mismo que aquella versión al cine de Bel Ami que se hizo hace un par de años donde se dejó por completo de lado el papel de Duroy como periodista. Lo cierto es que, a medida que avanza la historia, Jorge va adquiriendo afinidad con la profesión, debido a la escritura que debe realizar para los “Ecos”; aprende más bajo la ayuda de Magdalena Du Roy de Cantel, la misma que le ayudó en su primer artículo, quien se convertiría en su esposa tras la muerte de Carlos; y después solo, tras quitarle a Magdalena la mitad de una herencia que le había dejado un amigo muy allegado. Los escritos de Jorge llegan a ser tan apreciados que inclusive los citarán otros periódicos.

No debemos confundir el matrimonio de Jorge y Magdalena con el matrimonio del que hablaba antes, lo cierto es que, ésta fue una unión legal y prácticamente a escondidas, una unión de la que dice Du Roy a Clotilde lo siguiente:

“—Me caso.

Clotilde lanzó un gemido de mujer que va a desmayarse, un doloroso gemido que le subía desde el fondo del pecho, y comenzaron a darle tan fuertes ahogos, que no podía hablar.

Al ver que no respondía, prosiguió Jorge:

—No puedes figúrate lo que he sufrido antes de tomar esta resolución. Pero no tengo ni posición ni dinero. Estoy solo, perdido en París. Necesito tener cerca de mí alguien que me aconseje, me consuele y me sostenga. Buscaba una asociada, una aliada, y la he encontrado.”[5]

Tras haber encontrado y dejado a esta aliada, Du Roy ya tiene la suficiente experiencia en la escritura como para hacerse los medios para continuar solo, como lo comentaba antes. Aquella vista de gavilán, aquella actitud desafiante al caminar pasarán a convertirse en un estado mental, su agudeza de pensamiento se afinará, ya no será necesaria la ayuda de otros.

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A pesar de que tiene una considerable suma de dinero a su disposición, Du Roy no quiere parar. Hay en él una necesidad por tragarse al mundo, sufre de una gula en su ego y en su bolsillo, y la experiencia que ha adquirido le muestra los medios para tratar de satisfacerla. De su inocencia inicial no queda las más mínima parte, como tampoco queda nada de su ignorancia frente a lo que pasa alrededor suyo, sus acciones le devienen beneficios, como lo que hace con la hija de el Señor Walter para casarse con ella, pero también sus reflexiones serán más profundas, he aquí para terminar una de sus pensamientos sobre la actitud de las mujeres y la iglesia.

“Se echó a reír, pensando en aquella cita. “La iglesia le sirve para todo —se dijo—. La consuela de haberse casado con un judío. Le da cierta actitud de protesta en el mundo político y buen tono entre la gente distinguida y lugar discreto para sus citas amorosas. Lo que es la costumbre de utilizar la iglesia como una especie de sombrilla; si hace bueno, sirve de bastón, si el sol aprieta, vale como sombrilla, si llueve, hace de paraguas, y cuando no sale uno de casa, lo deja en la antesala. Como esta mujer hay centenares, a quienes Dios les importa un comino, pero que no quieren que se hable mal de Él y lo meten en todo. Si se les propusiera ir a una casa de citas, lo creerían una infamia, y les parece muy natural jugar al amor al pie de los altares”[6]

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[1] Un homme qui tricherait au jeu, qui vivrait aux dépens d’une femme et filouterait en outre les protecteurs de cette femme, serait aujourd’hui considéré comme le dernier des gueux.

[2] Comme il portait beau, par nature et par pose d’ancien sous-officier, il cambra sa taille, frisa sa moustache d’un geste militaire et familier, et jeta sur les dîneurs attardés un regard rapide et circulaire, un de ces regards de joli garçon, qui s’étendent comme des coups d’épervier.

[3]  Il marchait ainsi qu’au temps où il portait l’uniforme des hussards, la poitrine bombée, les jambes un peu entrouvertes comme s’il venait de descendre de cheval ; et il avançait brutalement dans la rue pleine de monde, heurtant les épaules, poussant les gens pour ne point se déranger de sa route. Il inclinait légèrement sur l’oreille son chapeau à haute forme assez défraîchi, et battait le pavé de son talon. Il avait l’air de toujours défier quelqu’un, les passants, les maisons, la ville entière, par chic de beau soldat tombé dans le civil.

[4] Quand tu auras donné des leçons d’équitation aux hommes du monde ou à leurs fils, ils ne pourront plus s’accoutumer à te considérer comme leur égal.

[5] – Il y a que je me marie.

Elle poussa un soupir de femme qui va perdre connaissance, un soupir douloureux venu du fond de la poitrine, et elle se mit à suffoquer, sans pouvoir parler, tant elle haletait.

Voyant qu’elle ne disait rien, il reprit:

– Tu ne te figures pas combien j’ai souffert avant d’arriver à cette résolution. Mais je n’ai ni situation ni argent. Je suis seul, perdu dans Paris. Il me fallait auprès de moi quelqu’un qui fût surtout un conseil, une consolation et un soutien. C’est une associée, une alliée que j’ai cherchée et que j’ai trouvée!

[6] Il riait en pensant à ce rendez-vous. « Les églises lui sont bonnes à tous les usages, se disait-il. Elles la consolent d’avoir épousé un juif, lui donnent une attitude de protestation dans le monde politique, une allure comme il faut dans le monde distingué, et un abri pour ses rencontres galantes. Ce que c’est que l’habitude de se servir de la religion comme on se sert d’un en-tout-cas. S’il fait beau, c’est une canne ; s’il fait du soleil, c’est une ombrelle ; s’il pleut, c’est un parapluie, et, si on ne sort pas, on le laisse dans l’antichambre. Et elles sont des centaines comme ça, qui se fichent du bon Dieu comme d’une guigne, mais qui ne veulent pas qu’on en dise du mal et qui le prennent à l’occasion pour entremetteur. Si on leur proposait d’entrer dans un hôtel meublé, elles trouveraient ça une infamie, et il leur semble tout simple de filer l’amour au pied des autels.