Jairo Varela, por siempre Niche

Junto con su coterráneo Alexis Lozano, logró internacionalizar la salsa producida en Cali. La segunda es que desde la década de los años ochenta le imprimió un sello particular a un género que consolidaría la identidad cultural de la capital vallecaucana, y la tercera: las letras y melodía de las canciones permitieron que  miles de seres humanos se contagiaran de  bailar salsa.

Fotografía de El Tiempo

Por: Carlos Victoria

Jairo era un fumador empedernido. Entre un pucho y otro puso a media humanidad a bailar. Su inspiración, siempre lo dijo, se la dio desde pelao las brisas del Atrato. Hoy la pelona lo sorprendió en el baño de su casa en Cali, y no en una tarima como algún día temió. “Al pasito” fue su primer éxito en 1979, de ahí en adelante sería el ícono de la salsa ensamblada lejos de su natal Quibdó.

Después de muerto vienen los homenajes y los balances. El fundador del Grupo Niche, a mi modo de ver, tiene tres grandes contribuciones a la música. La primera: junto con su coterráneo Alexis Lozano, logró internacionalizar la salsa producida en Cali. La segunda es que desde la década de los años ochenta le imprimió un sello particular a un género que consolidaría la identidad cultural de la capital vallecaucana, y la tercera: las letras y melodía de las canciones permitieron que  miles de seres humanos se contagiaran de  bailar salsa.

Sin lugar dudas que la noche del 25 de diciembre de 1984, con el estreno de “Cali Pachanguero”, en el paseo Bolívar de Cali para dar apertura a la Feria de la Sultana, pasará la historia porque a partir de ahí los caleños tenían un nuevo himno. Esa canción inmortalizó al Grupo Niche y por supuesto a Jairo Varela. Un himno salsero que  no falta en las pachangas familiares. Años después en el Madison Square Guarden de Nueva York vendría la consagración definitiva.

La cosa no quedó ahí. En 1987 compuso “Mi Valle del Cauca”, el otro himno de los vallecaucanos. Antes había escrito “Ana Mile” (1985), un auténtico homenaje a las madres solteras que pululan en ciudades y pueblo de la geografía del desarraigo. Bailarse el desengaño de los pajaritos pintados en el aire fue motivo para espantar la tusa. Al año siguiente arregló las cargas y produjo “Me huele a matrimonio”.

Sin embargo, sería con “Cielo de tambores”, empezando la década de los noventa, que las letras de Jairo Varela catapultarían al Grupo Niche a la fama mundial. Tuve el privilegio, en 1991, de acompañarlos en una gira nacional, junto con Willie Colón, Guayacán y La Misma Gente. Recuerdo que en el recorrido entre el aeropuerto de Cali y el centro de la ciudad le pregunté al maestro Colón su opinión sobre el Grupo Niche: “Es una banda fabulosa…”, me contestó. Esa noche al Pascual Guerrero no le cabía ni una aguja.

En este Long play llegaría “Una aventura”, y otros temas como “Hagamos lo que diga el corazón” que dieron en el blanco de la salsa romántica, en respuesta a la salsa motelera. De este combo recuerdo al barranquillero Alvaro Cavarcas o “Pelusa” en el teclado y al vocalista bogotano Charlie Cardona. Este tema lo consagraría. Luego el grupo se desbarató. Llegó la crisis, pero Jairo sobrevivió a todo, incluido al canazo por cuenta de sus  enredos con el ecosistema mafioso en el que habita la mayoría de los artistas.

“Colombia tierra de todos”, en 1993 se impuso en las emisoras cada vez que la selección colombiana de fútbol enfrentaba un desafío internacional. El 5-0 contra el equipo argentino fue la inspiración de Jairo para dejar grabado el frenesí que desató la goleada ante los gauchos en el Monumental de Buenos Aires. Fue la canción emblemática de la participación colombiana en el Mundial de EU.

En pleno caso 8.000 Jairo Varela estuvo preso, entre 1995 y1999. Los años de prisión los compartió con los políticos del Valle condenados por el comprobado patrocinio del cartel de Cali. En medio de unos aposentos inmensos diseñados para entrenar novicias, Jairo se dedicó a escribir como loco. Allí nació “La cárcel”, tema que interpretaría Beto Caicedo. Desde entonces dijo que su pecho quedaba herido para siempre.

Buenaventura y caney” es repertorio obligados en fiestas y verbenas. Recuerdo las de Caravana en el barrio Santa Helena, al sur de Cali. Los cueros van en la sangre y las lágrimas en la mejilla. No las pude contener cuando me enteré de la noticia. Lloré  y se me vinieron un millón de noches a la memoria. Las jornadas de El Escondite, El Avispero, Pájaro Verde, Agapito y otros bailaderos de la juventud en la entonces sucursal del cielo.

Jairo Varela no pasó a mejor vida. Pasó a la historia. Gracias maestro por tanta música….