Memorias del olvido: Ciénaga

Desde La Estación, el mismo lugar donde hace 89 años ocurrió la masacre, se pueden abordar los buses para cualquiera de los sitios que componen la zona bananera.

 

Nadie sabe que esa estatua –ya gastada, blanquecina y erguida sobre un pilar de hierro oxidado–, creada por el maestro Arenas Betancur, es un homenaje por los 50 años de los muertos de ese amanecer terrible.

Por: Eduardo Pulido García

Al llegar al municipio de Ciénaga se nota un pueblo con la soberbia y la nostalgia de quien alguna vez fue grande. El centro histórico se encuentra cargado de la vieja arquitectura colonial y en sus casas, ya víctimas del paso del tiempo, es evidente la altivez preservada de otro tiempo mejor; esos días en los que el desarrollo de Colombia giraba en torno al agua y los pueblos cercanos a ella. Esos pueblos bendecidos se prepararon para asumir las riendas de un futuro que nunca llegó: Ciénaga fue capital de Colombia por un mes en 1867.

Me dirijo al centro de la ciudad en busca de la plazoleta de Los Mártires, el lugar donde el 5 de diciembre de 1928 se concentraron cerca de 4.000 obreros de la zona bananera para exigir a la United Fruit Company el cumplimiento de un pliego con 9 puntos. El mismo lugar donde la madrugada del 6 de diciembre 400 soldados apuntalados en los extremos de la plaza, rodeando a los obreros, dispararon a la orden del general Cortés Vargas.

Hice un viaje hasta allí movido por la esperanza y la nostalgia, quería saber cómo la memoria de este hecho que marcó el comienzo de la modernización en Colombia perduró entre sus habitantes. Nadie en los alrededores recuerda los hechos ocurridos allí hace 89 años, nadie sabe que ese gran rectángulo plano de cemento se llama la plazoleta de Los Mártires; los habitantes de Ciénaga la llaman la plaza de la estación, porque allí funcionaba la estación del tren (el mismo tren que cargó los cuerpos muertos) y ahora es el paradero de los buses intermunicipales. Nadie sabe que esa estatua –ya gastada, blanquecina y erguida sobre un pilar de hierro oxidado–, creada por el maestro Arenas Betancur, es un homenaje por los 50 años de los muertos de ese amanecer terrible.

De toda la historia que ese lugar guarda solo ha quedado un vestigio mutado por el tiempo, que como la corriente marina lo toma todo y lo pule para convertirlo en algo que a primera vista es irreconocible:

Nadie, absolutamente nadie, se atreve a pintar la escultura, se dice que todo el que la toca muere.

Desde La Estación, el mismo lugar donde hace 89 años ocurrió la masacre, se pueden abordar los buses para cualquiera de los sitios que componen la zona bananera

II

 

Quien va a Ciénaga en busca del plátano, más si lo hace en el trayecto desde Barranquilla, se encontrará con una empresa perdida. El pequeño promontorio que sobrevive en medio de los dos titánicos cuerpos de agua (el mar y la Ciénaga) a duras penas deja espacio para la carretera y la pobreza, no hay manera de tener allí las grandes plantaciones de banano que uno espera. Para llegar a algunos de los 11 corregimientos que componen la zona bananera hay que dirigirse desde Ciénaga por el camino del río. Debido a que el banano lo que necesita es agua dulce y no brisa marina, las grandes plantaciones se encuentran yendo en contravía del mar.

Desde La Estación, el mismo lugar donde hace 89 años ocurrió la masacre, se pueden abordar los buses para cualquiera de los sitios que componen la zona bananera. Solo se necesita recorrer 20 minutos a paso lento en un bus (que debió ser chatarrizado hace dos décadas) para adentrarse en ese otro mar, verde, húmedo y profundo, de matas de plátano y banano, que copa la vista hasta chocarse con el horizonte; allí se puede percibir cómo los últimos haces de luz de la tarde rasgan el cielo en tonos de rojo en los primeros días de enero. El mismo paisaje desde hace 100 años, los mismos colores sanguíneos en el cielo y la misma pobreza terracota de sus gentes.

Hace 18 años la zona bananera fue declarada como un municipio independiente de Ciénaga, llamado así simplemente: Zona Bananera, su gentilicio es proporcionalmente escueto: zoneros, sin cabecera municipal y con un nombre marcado por ese invierno interminable que fue, que es, la United Fruit Company. Si hay algún otro nombre digno para este lugar no puede ser otro: Mártires.

Pese a que las condiciones no son muy diferentes de los convulsivos días de finales del año 1928 y al Alzheimer colectivo de la gente de Ciénaga, en la zona bananera la historia es otra: ante el más mínimo comentario cualquier obrero deja de blandir unos minutos el machete para recitar con tal claridad la masacre; pareciese haber vivido aquellos tiempos, la historia se la relató su abuelo, que como él también fue jornalero del plátano.

La memoria es un fantasma que prefiere alejarse de los cementerios y deshacer los pasos de los muertos hasta llegar al lugar donde se encuentran los recuerdos, por donde ha pasado el corazón.