LOS RIESGOS DEL ACUERDO NACIONAL DE GUSTAVO PETRO

El denominado Acuerdo Nacional es un reflejo de la estrategia pragmática y populista de Gustavo Petro pues, bien sabe él que gobernar sin unas mayorías en el congreso es imposible, sobre todo ante la pretensión de hacer las reformas más importantes durante el primer año de su gobierno.

Escribe / Damian Rodríguez Vera – Ilustra / Stella Maris

Siempre se ha calificado a Gustavo Petro de populista, y a pesar de ello, los políticos y periodistas que lo encajan bajo esa categoría poco o nada dicen del populismo; más bien se ha vuelto una narrativa que los tertulianos del plató utilizan con un tono peyorativo cuando quieren desdeñar la imagen de alguna figura política del país. Ha pasado aquí en Colombia, en Argentina, como también en España. Y en el mejor de los casos, lo que más fácil pueden identificar los que tratan de hacer un análisis del populismo es equipararlo con demagogia, y sin embargo, no son lo mismo.

Sin la pretensión de exponer al detalle los rasgos inherentes del populismo, podríamos al menos señalar que uno de los rasgos principales es que es ante todo una estrategia y no una ideología. No en vano, Ernesto Laclau exponía que cuando alguien se adentraba en analizar la naturaleza del populismo, en el momento en que la definía dentro de un espectro político, fracasaba en el intento. Y es que esto sucede porque, el populismo puede aparecer en los polos más opuestos del tablero político. Incluso, la segunda vuelta de los comicios presidenciales fue un ejemplo de cómo las dos opciones políticas las encarnaban dos proyectos populistas diferentes.

La estrategia que utilizó Gustavo Petro fue la de diseñar una idea de pueblo que ha seguido su lógica desde el denominado Pacto Histórico hasta lo que una vez electo, él mismo denominó el gran Acuerdo Nacional. Esta idea de pueblo como toda estrategia populista implica marcar unas diferencias, en el Pacto caben “el baile de los que sobran” miles de jóvenes que en las últimas jornadas de protesta de la historia colombiana, inundaron las calles exigiendo mejores condiciones dignas. También el movimiento sindical que ha sido tan vituperado por el establecimiento y que de la mano de las grandes empresas han construido una cultura antisindical desmontando los pocos derechos adquiridos por las y los trabajadores. Con Francia Márquez, las minorías étnicas encontraron en el Pacto Histórico la encarnación de una forma distinta de hacer política como también el activismo feminista y, el comportamiento electoral de la segunda vuelta lo pudo reflejar con mayor diafanidad.

El Pacto Histórico fue el proyecto universalista que trató de recoger a varios sectores que por años han sido ninguneados en la política colombiana poniendo, en especial atención a su contraparte, el uribismo como la personificación antagónica en la idea de pueblo construida por el Pacto Histórico; una cultura fascista con los sectores de la izquierda colombiana, reaccionaria, militarista y muchas veces homofóbica.

Por otro lado, vale la pena señalar que un rasgo que ha caracterizado a Gustavo Petro durante el concierto electoral ha sido su profundo pragmatismo para deslindarse de discusiones y posibles escisiones de purismos partidistas. Haber tenido a Roy Barreras como una ficha imprescindible en el congreso; tener a Benedetti como un actor importante en su agenda de campaña y, por supuesto al jefe de debate y ex secretario general del gobierno de Santos, Alfonso Prada, son muestras palmarias de que Petro no ha tenido ambages en recoger dentro de su proyecto a sectores políticos que provenían de la política tradicional del país y que dada la plétora experticia de ellos, le sirve de utilidad para ponerla al servicio dentro de su futuro gobierno.

El problema con el populismo, señalaba Laclau, es que a medida que va expandiendo su idea de pueblo es posible que el contenido que logró amalgamar a los distintos sectores vaya paulatinamente desvaneciéndose. Sin la intención de armar una crítica desde las toldas rojas del movimiento social, dudaría mucho de calificar sin reparos el venidero gobierno de Petro como un gobierno exclusivamente de izquierdas. El denominado Acuerdo Nacional es un reflejo de la estrategia pragmática y populista de Gustavo Petro pues, bien sabe él que gobernar sin unas mayorías en el congreso es imposible, sobre todo ante la pretensión de hacer las reformas más importantes durante el primer año de su gobierno.

Lo que inmediatamente se empezó advertir fue una alianza con los partidos tradicionales, quienes uno a uno se declararon partidos de gobierno; el partido conservador, el partido de la U y ahora el partido liberal. Alianzas que a muchas personas provenientes del movimiento social han advertido con molestias y a veces como desatino. Por otro lado, hemos visto también gestos que merecen especial atención como lo fueron las reuniones que Gustavo Petro, una vez siendo presidente electo hizo con Rodolfo Hernández –su contrincante en segunda vuelta- y, no podría faltar, tal vez la encarnación antagónica de su figura política, Álvaro Uribe Vélez, quien por boca de este último reveló que una de las definiciones fruto de la reunión, era establecer una línea de comunicación directa con el venidero presidente.

¿Hipotecando el gobierno?

Una de las quimeras que alimentó Iván Duque cuando era candidato presidencial consistía en que prescindiría del legado de su antecesor –Juan Manuel Santos-  de entregar cuotas burocráticas en su gobierno. Duque por supuesto no pudo mantener su promesa, pues los partidos políticos tradicionales le castigaron severamente en su primer año de gobierno al punto  que tuvo que re acomodar su cartera entregando ministerios a los partidos que hoy resuellan con desespero algún puesto en el gobierno de Petro. Y es que, así como existe un sector de la clase dominante que se alimenta del capital financiero, hay otros que beben del seno del Estado para existir.

Gustavo Petro sabe de antemano esta condición y es por ello que el gran Acuerdo Nacional pueden caber sectores que otrora se encontraban al lado contrario del tablero, sabe que necesita de una bancada mayoritaria para sostener su gobernabilidad y, bien sabe el partido liberal como el conservador que su existencia pende de un hilo si decide darle la espalda a la oportunidad de seguir bebiendo de las arcas del Estado.

La actitud parasitaria es un fruto ponzoñoso si Petro decide recibirlo para gobernar, pues salta a la vista el peligro de que Petro termine hipotecando el gobierno. Así como lo mencionaba Víctor de Currea Lugo: “Es ingenuo creer que las élites tradicionales han aceptado el triunfo electoral de Gustavo Petro y se suman a él respetando la voluntad popular y otras cosas que parecen sagradas.” Si algo ha podido caracterizar estos partidos tradicionales, incluyendo el partido de la U es el de profanar sus ideales como sus promesas, basta mirar el partido liberal y el de la U que le ha dado la espalda a banderas que incluso ellos mismos decían defender como era el acuerdo de paz.

Así las cosas, el temor latente en este momento consiste en preguntarnos sobre el precio que puede tener Gustavo Petro con una bancada que tan solo meses atrás desdeñaban de su imagen. No olvidemos el espaldarazo que César Gaviria le dio en segunda vuelta a Rodolfo Hernández usando como excusa las “acusaciones” de Francia Márquez, que entre otras cosas, no eran más que un sincero relicario de hechos de la actitud del presidente del partido liberal en el pasado reciente.

Es cierto que el gobierno de Petro no es ni comunista o socialista, contrario a los bulos que se reparten a diestra y siniestra,  sus propuestas se identifican más con un ideario liberal y progresista. Sin embargo,  tiene el reto de que  las alianzas que ha estado constituyendo no pongan en solfa un programa que sectores de la izquierda colombiana y del movimiento social ha venido luchando durante generaciones.