El derecho a quejarse

Es cierto que algunos semáforos incluso informan la cantidad de segundos –muchas veces escasos– para que crucemos, pero ¿por qué algunos? ¿Por qué no todos? ¿Acaso no tenemos acceso a toda la ciudad como transeúntes?

 

DIANA CAROLINA GOMEZPor: Diana Carolina Gómez Aguilar

Voy a quejarme como una de los 450 mil habitantes que tiene la ciudad de Pereira. Voy a quejarme porque soy una de esas ciudadanas promedio que utiliza el transporte público, camina por las aceras y puentes de la ciudad y cruza las calles para llegar a los distintos destinos que tiene uno en esta vida posmoderna llena de responsabilidades y obligaciones. Soy una más de esas ciudadanas que cada día que sale a la calle, siente que hay unos doscientos carros y quinientas motos más que el día anterior.

Voy a quejarme –porque además de tener que soportar el ruido y la increíble cantidad de polución que les ofrecen los carros y motos a mis vías respiratorias, a mi cara, mi ropa y mis objetos– debo soportar el hecho de no contar con condiciones óptimas para poder moverme con tranquilidad, y no hablo de la inseguridad precisamente, porque ese es otro punto gravísimo, pero que no voy a tocar en esta oportunidad.

Soy partidaria de que las cosas organizadas funcionan mejor, de que la señalización de las calles es importante y junto a eso, están los semáforos. Aquí es donde nace mi queja de hoy: ¿cómo es que muchos de los semáforos existen únicamente en función del increíble parque automotor de la ciudad que parece reproducirse como una manada de conejos de granja? ¿Acaso se supone que los peatones no hacemos parte de la movilidad de la ciudad?

Es cierto que algunos semáforos incluso informan la cantidad de segundos –muchas veces escasos– para que crucemos, pero ¿por qué algunos? ¿Por qué no todos? ¿Acaso no tenemos acceso a toda la ciudad como transeúntes? Y es que es muy verraco ser un ciudadano con “inteligencia vial”, un ciudadano responsable y consciente que cruza por las cebras y respeta las normas de tránsito, si ni siquiera nos tienen en cuenta para una cosa que puede ser tan simple para muchos de nosotros, como lo es cruzar una calle.

Soy consciente de que cantidad de peatones en nuestra ciudad son imprudentes: cruzan calles en lugar de puentes porque prefieren correr el riesgo de ser atropellados en vez de invertir un par de minutos de su vida en subir unas escaleras o una rampa; prefieren pasearse en zigzag entre los carros, con el peligro de que una motocicleta se los lleve por delante, en lugar de buscar una cebra; y así muchas atrocidades más.

Sin embargo, también conozco a un montón como yo, que aunque intentamos correr el menor riesgo posible, en algunos lugares de la ciudad debemos cruzar a toda prisa ya que a nuestro favor solo marchan unos cuantos segundos entre un semáforo y otro: porque cuando paran aquellos, arrancan los otros, porque además algunos, sobre todo los motociclistas, paran sobre la cebra ¿ah? ¡Sobre el único espacio en toda la vía por donde las personas que van caminando, pueden cruzar! Además no esperan a que el semáforo esté en verde para arrancar y ni crean que van a apiadarse de sus vidas, porque así vean que ustedes no alcanzaron a cruzar, siguen acelerando como amos y señores de la selva de cemento.

Esa es pues mi queja, una de esas a las que tenemos derecho todos como sujetos sociales y políticos. Una queja que no es más que una súplica para que se tenga en cuenta al peatón en el momento de configurar los semáforos, para que los señores conductores respeten los espacios por donde cruza la gente y para que ustedes, transeúntes como yo, busquen siempre la cebra, usen siempre el puente ¡dejen de poner en riesgo sus vidas y las de los demás! Háganme ese grandísimo favor y muchas gracias.