Como lo entiendo, la sátira, por brava que sea, es una crítica a los excesos, ridiculeces o, como las llama Erasmo, las estulticias, para el caso, tanto de los fanáticos de las religiones, como de sus contrapartes, a los que no sé si llamar arreligiosos o antireligiosos o simplemente religados por alguna otra creencia común.
Por: Iván Rodrigo García Palacios
Ni respuesta ni defensa… sólo por meter la cucharada y que no vaya a resultar como “pollo peletas, donde no te llaman no te metas”. Y que conste que voy a tratar de escribir con la misma claridad con la que lo hicieron los autores de los textos a los que me refiero.
Tanto derecho -ese “(con)sagrado derecho” en el que se revuelven libertad de opinión, libertad de expresión, libertad de prensa, libertad de creencias- tiene Gustavo Colorado a satirizar, caricaturizar y criticar los excesos de los ateos (creo que para el caso sería mejor decir de los ateístas), como lo tienen los dos enfervorecidos defensores, David Osorio y Edwin Alejandro Hurtado, a defender sus creencias ateístas o algo así, o como para satirizar también. Pero parece que su fervor los hizo ciegos, de cabo a rabo el texto de Gustavo Colorado está escenificado en una situación ficticia (ver “actualización” al final).
Pero a lo que no hay derecho es a hacer lo que hicieron estos dos defensores fervorosos del ateísmo, que al igual que los asesinos de los trabajadores de Charlie Hebdo, confunden sátira, caricatura y quizás, burla, con irrespeto. Quizás sea irreverencia y puede que hasta irrespeto, irrespeto que en el buen sentido es el de enfrentar y oponerse al miedo. Pero ni en el caso de Charlie Hebdo ni en el de Gustavo Colorado, el propósito es hacer daño o destruir al otro y mucho menos a sus creencias.
Y otro quizás más, a lo máximo que se aspira con la sátira, la caricatura, la burla, etc. es a desmitificar, desenmascarar, exponer, evidenciar, desnudar las falsas apariencias de los poderosos y de los creyentes fanáticos o ingenuos o ignorantes o supersticiosos, estos dos últimos como dijo Epicuro de ellos. Pero, tampoco, invitando a alguien a enrolarse en el ejército y en la causa del Boko Haram.
Como lo entiendo, la sátira, por brava que sea, es una crítica a los excesos, ridiculeces o, como las llama Erasmo, las estulticias, para el caso, tanto de los fanáticos de las religiones, como de sus contrapartes, a los que no sé si llamar arreligiosos o antireligiosos o simplemente religados por alguna otra creencia común. Mejor dicho, como para ponerse a explorar sobre el poder de la risa como lo hicieron, entre otros, Bajtin, Kundera, Foucault, etc.
Y para no ser menos apasionado que ustedes, yo también estoy de acuerdo con eso de los dioses y quizás sea más fanático que ustedes, pero risueño, pues, para mi gusto, yo expulsaría “la bestia” desde la leche materna y de la cuna infantil, que es donde se graban en los circuitos neuronales los miedos, las supersticiones y las ignorancias que determinarán la visión que tenemos, por el resto de nuestras existencia, de la propia naturaleza, la naturaleza de los otros y la naturaleza de la Naturaleza.
Así que dejemos las cosas así… por el momento, pues el tema y el asunto son deliciosos para discutir como fanáticos del fútbol.
Pero no me aguanto las ganas de hacer una “actualización”: Por supuesto, leyendo lo que escribió Gustavo Colorado, el supuesto escuchador de la supuesta charla convocada por la supuesta asociación caleña, no estaba presente en el recinto sino cómodamente acomodado en su cama, probablemente, mirando un supuesto programa de televisión que al fin venció su insomnio. Felices sueños, como decía el viejo Hitchcock.
Medellín, 27 de enero 2015.