HABLE CON ELLA. LA INMOVILIDAD, LA NEGACIÓN Y LA AMISTAD

El filme es tan rico en posibilidades semánticas que, como ramas, se abren diferentes campos de análisis.

 

Escribe / Juan Merchán

La distancia temporal provee perspectiva. En la crítica de arte se suele resaltar el tiempo que se precisa tener entre el lanzamiento de una obra y la apropiada comprensión de su impacto. No habría espacio en este texto para recorrer la lista de autores y de obras que necesitaron de una distancia temporal importante para lograr reconocimiento por su calidad o falta de calidad. En la coyuntura en la cual una obra se produce y se lanza a su audiencia suele haber un remolino de fuerzas sociales y artísticas que impiden el mesurado entendimiento de su potencialidad.

Volver a una obra, después de un cierto tiempo que en todo caso se define de forma aleatoria, (pueden ser 10 años, 20 o quizá tan solo unos cuantos meses) siempre revitaliza su carga semántica, y la adapta a las discusiones sociales del momento. Los angloparlantes tienen un bello verbo, revisit, que la Real Academia de la Lengua Española no ha querido adaptar más que en su derivado nominal: revisita, sin explicar muy bien por qué el verbo aún no pasa por su sacra aprobación. De la RAE y su ortodoxa y prescriptiva forma de entender la lengua podremos ocuparnos en otros textos.

Y es que, en este periodo de la historia, donde una pandemia nos forzó a entender los espacios de una nueva manera y a permanecer inmóviles dentro de cuatro paredes, es interesante revisitar la representación en el arte de otras formas de quietud y su representación sociológica y política.

En 2001, el director español Pedro Almodóvar lanzó su largometraje número quince, bajo el título Hable con ella. El filme relata la amistad entre Benigno, un enfermero locuaz y de apariencia afable, y Marco, un periodista reservado que encuentra a la soledad constantemente. La historia reúne a estos dos hombres a través de la tragedia de dos mujeres, Lydia, una torera, y Alicia, una estudiante de ballet, las dos hermanadas en su situación de postración debido al estado de coma en el que permanecen la mayor parte del filme.

La incapacidad de las dos mujeres para moverse y tomar las decisiones por sí mismas tiene una potencialidad simbólica profunda.

Lydia y Marco

 

Antes de la corrida donde Lydia es corneada por un toro de 500 kilos, su pareja, Marco, le impide hablar en un viaje en auto de más de una hora. Ella esperaba tener el tiempo para confesarle que había decidido volver con su exnovio y no deseaba estar más con él. Esa negación de su libertad para hablar, aclarar la situación y ejercer su decisión sobre el amor, se posterga infinitamente debido al accidente, del cual nunca volverá a ganar su estado de consciencia.

Su voz continúa siendo negada incluso en el estado de coma, ya que Marco, ajeno a la decisión que ella había tomado, la acompaña varias semanas junto a su cama de hospital, añorando el hecho quimérico de  que ella regane la consciencia. Lydia y su posibilidad de decidir son luego nuevamente vedados cuando “El Niño de Valencia”, su expareja, irrumpe en la clínica un día para hacerle saber a Marco cuál era la decisión que Lydia había tomado antes del accidente. De nuevo un hombre decide por ella, ante la imposibilidad que siempre tuvo de escoger, hablar o decidir.

Y el filme evidencia que su vida estuvo marcada por la decisión del hombre. El padre de Lydia, un torero frustrado que solo logró llegar a ser banderillero, la llamó con ese nombre, señalándole un futuro sin que ella pudiera negarse, una negación de su decisión incluso antes de nacer. “Era como predestinarla desde que nació” le dice Marco en su primer encuentro. “Siempre quiso ser torero (…) fue la persona que más me apoyó en este mundo”. Lydia parece siempre atrapada entre las ansias de decidir y las decisiones impuestas por los hombres que cruzan su camino.

Alicia y Benigno

 

Alicia también encuentra ese espacio de inmovilidad y de negación de su decisión que se simboliza en su estado de coma. Un accidente en auto la postra en la inconciencia en un día de lluvia, y Benigno, un hombre que vive justo en frente de la academia de ballet donde ella entrena, se convierte en su enfermero de noche y día, llegando a reemplazar a sus compañeras de turno siempre que le es posible, en una aparente manifestación servicial y de pasión por el trabajo médico.

Es aquí donde el gran talento narrativo de Almodóvar permea el relato. Con flashbacks constantes, el espectador avanza de esa inicial admiración por la entrega de Benigno hacia el cuidado de Alicia, a la comprensión de sus reales intenciones. Benigno había previamente acosado a Alicia, pasando días enteros viéndola entrenar su danza, siguiéndola una vez hasta su casa, solicitando una cita con su padre, un siquiatra, sólo para tener la oportunidad de entrar en el cuarto de ella y contemplar su vida en el hogar. “Ya me iba. No te pongas nerviosa, sólo quería verte, pero soy inofensivo”, le responde cuando Alicia lo encuentra saliendo de su cuarto.

Cuatro años después de su accidente, la decisión de Alicia sobre el cuidado médico de su cuerpo queda en manos de aquel acosador. Día y noche Benigno la baña, le hace masajes, la viste, le aplica medicamentos tópicos, le corta el cabello, y, postergando ese gusto profundo de Alicia por el cine silente, él asiste a la Cineteca de Madrid  a ver el cine del cuál le habla al otro día cuando la ve. Es aquí donde surge otro tropo complejo de la película, y del cual deriva el título de la misma: Benigno habla con ella todos los días, le relata lo que ve, lo que siente y el cine que vio el día anterior.

Está claro que no hay un objetivo comunicativo en esa conversación, pues la receptora  no puede recíprocamente emitir un mensaje o respuesta a ese mensaje original. Alicia es la receptora pasiva de cierta información sobre la cual no puede decidir si quiere o no quiere escuchar, a la que no puede responder con su opinión y a la que se ve obligada a escuchar desde su inconsciencia. De nuevo, su libertad de decisión es absolutamente cercenada, quizá proyectando el clímax de su vulneración que viene con el momento de conflicto del guion.

 

Benigno ve una película en la cineteca llamada El amante menguante y, luego de verla, le relata su argumento a Alicia. El amante menguante es un recurso narrativo que ideó Almodóvar como un eufemismo de lo que ocurre en el subtexto. El protagonista de esta película silente es un hombre que toma una pócima que ha ideado su mujer inventora y que lo hace menguante cada día, hasta llegar a los pocos centímetros de altura. En el cenit de este cine dentro del cine, el hombre menguante se introduce dentro de la vagina de su mujer para nunca más volver a salir. Almodóvar le pone velo con este relato a la consagración del Benigno criminal: la violación a la paciente en coma, a Alicia inamovible, impotente e incapaz de decidir. Un genial recurso eufemístico para un acto criminal.  Con este acto, Benigno concreta toda la negación de la decisión de Alicia sobre su cuerpo, su cuidado y su representación.

Marco y Benigno

 

El filme es tan rico en posibilidades semánticas que, como ramas, se abren diferentes campos de análisis. Luego del crimen, Benigno le expresa a Marco su deseo de casarse con Alicia. Marco, en un entendible arrebato de ira e incredulidad, recrimina a Benigno por considerar tal despropósito, y partir de aquí la película abraza otro lugar semántico: la amistad.

No bastaría este texto para hacer un análisis crítico de esta última temática; sin embargo, es preciso mencionar la problemática que reside en esta amistad que se torna incondicional. Marco profundiza su apego a Benigno al ver a su amigo en la cárcel, condenado por violación, y es muy claro cómo, desde una perspectiva contemporánea, se podría condenar socialmente a este amigo de un violador, equiparándolo con este último en la gravedad de su acto, ya que se niega a condenar al criminal al olvido.

Sin embargo, este texto que recorre los caminos de la quietud y la inmovilidad, quisiera señalar un último eje narrativo que quizá cierre la representación que hace este filme de esos dos temas. Ya en la cárcel, Benigno es condenado al encierro y a los días de lluvia, que disfruta leyendo los libros que Marco le regaló. En su punto más alto de desesperación, y desconociendo que Alicia ha salido del coma al experimentar el parto fallido del feto producto de la violación, Benigno decide mezclar varias anfetaminas e intentar, con su consumo, alcanzar esa inmovilidad que produce el estado de coma, y con ello abrazar, en la subconsciencia, a Alicia por el resto de lo que les quedaría de vida. Sus habilidades como enfermero le fallan crasamente y el cocktail de pepas lo manda directamente a la tumba, a la quietud eterna. Marco, que ocultó a su amigo la verdad sobre el retorno a la consciencia de Alicia, lamentará siempre haber condenado a su amigo a esa inmovilidad de la que no se vuelve.

La profundidad de este filme de Almodóvar se posterga en el futuro fuera del guion mismo. El filme cierra con Marco rentando aquél apartamento que pertenecía a Benigno, y encontrando a Alicia en una obra de teatro. Se sugiere que inicia entonces otra historia de amor, ahora entre Alicia, recién llegada al mundo consciente, y Marco, que conoce muy bien la quietud que la acompañó a ella, de la que no logró escapar Lydia, y a la que condenó a su amigo.

Revisitar este filme de Almodóvar bajo el filtro de las discusiones contemporáneas sobre la representación de género, del cuerpo de la mujer, y de los discursos hegemónicos que niegan la  decisión de esta sobre su cuerpo y su vida, es enriquecedor dado los poderosos símbolos que la historia contiene. La quietud y la inmovilidad causadas por las circunstancias que el discurso hegemónico del hombre establece son el estado de coma del cual las mujeres quieren salir, con necesaria fuerza y lucha, para nunca más volver a estar quietas.