Marisol Cano Busquets: la mujer del Magazín quiere un bajo perfil (I)

Hija de Alfonso Cano Isaza y sobrina del mítico director de El Espectador Guillermo Cano, Marisol Cano Busquets mezcla en su sangre elementos propios de dos regiones muy particulares en cada uno de sus países: la mezcla entre antioqueña y catalana de sangres hermanas. Es pequeña, muy pequeña, delgada y con un rostro que denota avidez por conocer al otro, de saber sobre todo lo que la rodea.

En contraste con su figura menuda, el apretón de su mano derecha es fuerte, de un vigor que asombra a quien la saluda por primera vez, y hace que los ojos se expandan para sorprenderse ante la comprobación de que aquella pequeña mujer te tiene en sus manos, pero con el certero alivio de ver una sonrisa en su rostro mientras suelta con delicadeza al ya más tranquilizado interlocutor. Marisol aprieta fuerte, aprieta como habla: directo, franco y sin palabras ocultas.

En la actualidad se desempeña como decana de la Facultad de Comunicación y lenguaje de la Pontificia Universidad Javeriana en Bogotá y fue durante diez años directora del Magazín Dominical de El Espectador, el más importante suplemento cultural que ha tenido medio alguno en Colombia.

 MARISOL CANOPor: Antonio Molina

Fotografías: Róber Aurelio Nieto

¿Por qué Marisol Cano tiene un bajo perfil?

Hay dos elementos: el primero, creo que el propio perfil de la familia Cano siempre fue de muy bajo de perfil. Entonces de personalidad salimos como tímidos y, otro, trabajé muchos años en un área del periodismo que no es un área que está en la visibilidad de los distintos sectores como lo es el periodismo cultural, a pesar de que hacíamos ese desarrollo del Magazín Dominical, en el periodismo cultural uno no está tanto en la arena pública, moviéndose en debates o cosas así, tal vez también es por eso. Y no tengo un movimiento cotidiano y diario en opinión.

 

¿Después de eso, de ser invisible en lo visible, qué le queda a Marisol  Cano?

Cuando uno mira como el espejo retrovisor, yo creo que el trabajo en el Magazín Dominical le deja a uno como persona es una satisfacción plena, cotidianidad llena de imaginación, de proyección de la creatividad, interacción con personas que, aparte de excelentes seres humanos y excelentes creadores y motivadores de una manera de ser y de entender el mundo que le hace falta a este país. Entonces creo que el Magazín en su conjunto es plenitud, satisfacción y consciencia de que se le llegó a sectores muy amplios de Colombia, y si yo doy un paso adelante, cuando salíamos de Bogotá y dábamos talleres, o conversaciones, era impresionante lo que el Magazín significaba para las personas, en un país con estas desigualdades, con estas inequidades, con estas faltas de oportunidades, que llegara domingo a domingo el Magazín a las partes más lejanas, lo que nos decían a nosotros era como: “miren, es que esto es lo que nos acerca a nosotros al mundo, con el pensamiento, con la cultura”.

Además, en algo que pareciera elemental, pero tú comprabas el periódico a quinientos pesos y era un tesoro que ibas construyendo domingo a domingo, entonces creo que el Magazín deja una capacidad de soñar, de crear, de tener elementos para fundamentar un debate. El Magazín éramos tres personas que liderábamos, pero era algo que nos divertía mucho, yo creo que era como una casa abierta, y la construcción de cada edición era con mucha gente en diálogo con nosotros.

 

MARISOL CANO (1)¿Esa trascendencia a qué se debió, qué hubo en el equipo que produjo una selección de tanto  impacto?

Hubo varios elementos. Primero, la tradición del periódico en cultura indudablemente, digamos, El Espectador siempre hizo una apuesta por la cultura y le da confianza a los equipos que tienen a cargo esa parte. El Magazín cuando hace esa transformación de formatos, de introducción de esa discusión tan interesante de qué es la cultura, estamos hablando únicamente de cultura culta y de bellas artes, o la cultura está en interacción con muchos otros planteamientos desde la propia vida cotidiana de las personas. Esa discusión empieza a marcar la diferencia.

Otro elemento es que nosotros interactuamos con los creadores, con la gente de las tradicionales bellas artes, pero empezamos a entrar en contacto con las universidades, con quienes hacen investigación, y lo otro es que con esa llegada de lo que se estaba produciendo en las universidades también empiezan a llegar otros sectores de movimientos sociales, de organizaciones populares, también empiezan a proponer temas y el Magazín abre esas puertas. Diría que ser casa abierta, y recibir las propuestas todas consideradas en su propia importancia, el hecho de que cualquier persona llegara a El Espectador y fuera al Magazín y fuera recibida sin tener cita, eso iba potenciando e iba trayendo más gente, por eso mismo, por poner un ejemplo, nos llaman de Copacabana y nos decía una persona que era muy experta en Ciorán, y nos decía “¿por qué no hacemos una monografía de Ciorán?”. ¿Quién va a leer a Ciorán, cómo hacemos  una selección del pensamiento de Ciorán para que llegue a públicos muy amplios? Entonces nos dábamos un mes y medio para leerlo y buscábamos ensayistas que pudieran escribir sobre él, yo creo que ahí está uno de los elementos más importantes: era un equipo muy abierto, que salía mucho, que escuchaba las propuestas. Y que, además, las sacaba adelante.

 

¿Quiénes hacían parte del equipo?

Hubo dos momentos importantes. El primer equipo, cuando se hace la transformación, ahí estaban: Guillermo González Uribe,  estuvo Carlos Duque -que en su momento le dio su fuerte en lo visual- y en el contenido de los artículos estaba Fernando Cano.  Entonces era gente que venía del diseño, de la filosofía y de la comunicación, yo también venía de la comunicación. Entonces ese es el primer momento, y, en el segundo equipo, estaban Juan Manuel Roca, el poeta; Claudia Arcila, que venía del derecho, y yo.

Son dos perfiles distintos de equipo, pero de alguna manera con la misma esencia de conectarse mucho con lo que estaba pasando en la sociedad. Creo  que allí hay como las claves del Magazín, están en eso: no tener miedo a arriesgarse con personas, con temáticas, con entender que también desde una publicación cultural se entendía la cultura de una manera muy amplia. También cuando en el país se empezaba a gestar ese momento de la conversación con el  M-19 y viene la Constituyente y se empieza a pensar que este es un país plural, diverso, que tenemos que pensar la Constitución, en derechos, entonces previo a eso se estaba creando una gran cantidad de pensamiento y de reflexión sobre este país que el Magazín fue creando y que la fue creando sin miedo.

El Magazín por años fue llamado “colaborador de la guerrilla”. Decían que propiciábamos la avanzada del comunismo en el país, pero ¿por qué? Porque el Magazín ponía sobre la mesa los temas de debate del país, y acá los medios callaban mucho, lo siguen haciendo, y el Magazín permitió, además de una manera bonita y soñadora, poner sobre la mesa debates que se tenían que dar. Y de la mano de quienes estaban fundamentados para hacer esos cuestionamientos, yo creo que los primeros textos que escribe una persona como Alfredo Molano, fue ahí en el Magazine. Creo que allí hay parte de la esencia y, lo otro, sí es un reconocimiento muy grande,  y era el compromiso que tenía El Espectador, que estaba además en la cabeza de Guillermo Cano, y él nos daba plena confianza, yo creo que lo único que él me dijo alguna vez fue: “Cuide ese Magazín”. Y era cuando venían esos señalamientos, pero lo decía como “cuídelo, pero ustedes son los responsables”.

 

MARISOL CANO (2)Hay una selección del Magazín en tres volúmenes, publicada por la Universidad de Antioquia, ¿cómo fue el proceso de hacer esa selección?

Tuvo las dos caras de la moneda: nos leímos todas las ediciones y no hicimos una lectura individual, sino que la hicimos colectiva. Entonces la hicimos Juan Manuel, Claudia y yo. La hacíamos por partes y hacíamos como una primera selección, como tomando pistas de qué era lo que finalmente se iba a publicar, y después nos encerramos, nos fuimos a una casita de campo una semana completa con la preselección, para pulir lo que venía después y ahí empezaron a salir criterios. Teníamos una determinada posibilidad de extensión de la antología y teníamos que tomar decisiones duras. Para el Magazín fue muy importante estar todos los años en festivales y eventos -fuera festival de poesía o de teatro- y optamos porque eran todos artículos, entrevistas, crónicas y reportajes, muy buenos, pero que eran coyunturales. Entonces dijimos: “quitemos todo lo que sea solo reportear un momento” y empezar a encontrar esos textos que identifiquen, que tenían como el corazón de lo que era el Magazín y tenían una posibilidad de permanencia, pensábamos en textos  o artículos que en su momento fueron muy reveladores de una posición del Magazín, de un momento que el Magazín permitió que salieran temas a debate, y que tenían muy alta calidad. Después empezamos a ver qué tenía el magazine y de ahí salen los tres tomos.

El Magazín fue muy importante desde una perspectiva que le da mucha importancia a la literatura, era como que solo tenía que trabajarse en subconjuntos. Después el Magazín hizo apuestas muy grandes para introducir otros diálogos que tenían que ver con vida cotidiana, con arquitectura, con diseño, con sociología, con música. Entonces, decíamos, ¿cómo hacemos?, y bueno, hagamos otro como con otras artes, y otro como con temas más de carácter político, sociológico y así digamos terminamos haciendo la selección y, claro, se nos quedaron muchas cosas que hubiéramos querido incluir.

Pero cuando uno coge esos tres tomos, a mí me pasó algo hace días, muy bonito, precisamente del Parque Explora, acá en Medellín, empezaron a hacer una serie de diálogos para construir la historia de los medios en Colombia y nos invitaron a Juan Manuel y a mí para dialogar con el público. Entonces, claro, ¿de qué hablamos? Retomamos la antología, y qué años tan felices, tan duros y que cosas tan maravillosas las que se pudieron hacer. Pensábamos en ese momento que era tan duro con el cuento del narcotráfico y llega una persona como Silvia Duzán a proponernos una entrevista con un sicario que además la titulaba “Si uno no mata, lo matan a uno”, pero era la primera vez que uno tenía el testimonio de viva voz de un sicario acá en Medellín. Además, muy bien narrado. Ese momento también en que hay esa tensión tan fuerte entre los historiadores clásicos y la nueva historia y decir: pongámoslos en una mesa a debatir, porque además las cosas que se estaban diciendo eran horribles, desde las columnas de opinión de los periódicos señalando y señalar en este país es peligroso, y además crear ese ambiente tan negativo. Que fueran al Magazín para hablar en la misma mesa, cosas como esas fueron muy importantes.

 

¿Qué se quedó por fuera de la selección que a Marisol le haya dolido?

No, yo no recuerdo un caso particular, pero por ejemplo, nos dolió que no quedara en la antología es que cuando hicimos la apuesta por La esquina del cuento, que era un espacio importantísimo, y sobre  todo por lo que generaba esos cuentos, entre colegios y universidades. Esa Esquina del cuento además iba acompañada con esa presentación del autor, que en toda la primera época que lo hizo RH Moreno Durán, que era El autor in fábula, era unas piezas muy cortas, pero de una capacidad de condensación y de proyección y de ubicación de un autor en una época o en una manera de hacer la literatura, que debían haber estado ahí, y se quedan, no solo Los autores in fábula, sino también los cuentos. Entonces decíamos: “estamos cortos”, porque para el Magazín fue realmente muy importante. Yo más adelante intenté hacer algo con una editorial pero ese proyecto al fin no salió, pero ahí se nos quedó  un trabajo muy importante, así como sub-proyectos del Magazín que no quedaron en  la antología, de los cuales se hablan en el prólogo que lo hicimos lo más extenso posible dando las explicaciones y también las frustraciones y las proyecciones que era la capacidad de leer y de aportar en comentario, opinión y crítica de libros.

Fue también un trabajo durísimo, que lo gozamos muchísimo, que pusimos en conexión a toda América latina, con ese mapa que hacíamos: el mapa bibliográfico de América Latina. Todo eso se quedó por fuera y eran realmente proyectos importantes que además uno cuando lo ve desde una perspectiva histórica, los proyectos editoriales cuando son proyectos sostenidos, la profundidad que deja la huella es muy grande y muy sólida. Lo que te contaba al comienzo, nosotros fuimos a dar un taller a Soledad, y eran los profesores y los niños cinco años después de que el Magazín dejó de salir, los que eran adolescentes aún se acordaban que  trabajaban el Magazín en clase, y los profesores… y eso que yo en ese momento fui más dentro de un equipo de la Universidad Nacional. Y los profesores diciendo: “nos quedamos sin elementos de trabajo”. Claro, porque además lo que decíamos al comienzo, cada edición daba mucho de sí misma para proyectar. Les ayudaba mucho a los profesores.